De Peñalba a la cueva de San Genadio, una ruta por el corazón del Valle del Silencio

Cuenta la leyenda que el ruido de las aguas de un antiguo riachuelo molestaba al santo en su meditación hasta que un día pidió a gritos que hubiera silencio, un silencio que hoy da nombre al valle

16 de Agosto de 2015
Actualizado: 10 de Septiembre de 2015 a las 11:49
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_DSC0012 Reportaje fotográfico de Víctor Alón

El itinerario de la ruta circular propuesta une Peñalba de Santiago con la cueva de San Genadio, en un camino de ida y otro de vuelta. En total, son poco más de cuatro kilómetros que tardan en recorrerse cerca de 2:30h. El punto de partida es la iglesia de Peñalba, uno de los lugares más pintorescos e identificativos de El Bierzo. Toda la localidad conserva una cuidada arquitectura en la que destaca la iglesia mozárabe de Santiago de Peñalba, del siglo X, cuyos característicos arcos de herradura saludan al visitante.

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Los valles de Figuera y del Silencio nos acompañarán durante esta ruta en la que el camino serpentea entre robledales. Los letreros van indicando al caminante la localización de la cueva de San Genadio, situada en el corazón de los montes Aquilianos. San Genadio fue un santo nacido en El Bierzo que fue obispo de la Diócesis de Astorga entre el los años 909 y 919. En sus numerosos retiros espirituales, uno de sus rincones preferidos era esta pequeña cueva.

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Cuenta la leyenda que cerca de la cueva pasaba un caudaloso río, cuya agua bajaba con tanta fuerza que generaba tal estruendo que no dejaba meditar en paz al santo, por lo que cansado de la situación, un día exclamó "¡Silencio!", tras lo cual el curso del río desapareció frente a la cueva, para a través de aguas subterráneas, emerger más adelante montaña abajo. Es de hecho por esto por lo que se le conoce al valle como Valle del Silencio.

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La cueva está situada al borde de un barranco que mira hacia el Valle del Silencio, y es el refugio que San Genadio utilizó para sus largos días de meditación en estas montañas. Es muy pequeña y guarda en la actualidad un pequeño altar con una imagen de madera del santo, algunas flores ornamentales y un libro de visitas donde pedirle ruegos y milagros al santo. Cada ranura de las paredes de la cueva está "plagada" de pequeños papeles en los que la gente ha ido dejando sus deseos y rezos dirigidos al santo.

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En la ruta que vuelve a Peñalba, otro riachuelo marca el punto en donde un pequeño desvío permite llegar hasta un molino cercano. La entrada al pueblo se hace por la parte alta, dejando atrás el cementerio, donde una réplica de la Cruz de Peñalba saluda al visitante.

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