El primer navegador, que recibió el nombre de auto-mapa, fue ideado en la década de los 50 por el leonés Antonio Martín Santos, un invento que tuvo un gran reconocimiento y sentó las bases de la tecnología actual.
El Global Positioning System, más conocido como GPS, se ha convertido en un elemento indispensable que se ha ido generalizando en los vehículos, de hecho actualmente algunos lo llevan incorporado, además de que también es casi una norma encontrarlo en los dispositivos móviles de última generación. Su primer uso y para el que fue ideado, como ocurre en muchos casos en este tipo de tecnología, estuvo relacionado con el ámbito militar, para detectar, en 1957 durante el mandato de Eisenhower en Estados Unidos, cualquier objeto alrededor de la Tierra.
El inventor de la piedra Roseta de este GPS fue Roger L.Easton, un sistema que sin embargo no adquirió un uso civil hasta el año 1994, si bien comenzó a generalizarse unos años más tarde y desde entonces su avance ha sido imparable. Pero, ¿cómo no se le ocurrió a alguien la necesidad de idear un aparato que facilitase su orientación más allá de los tradicionales mapas en papel? Lo cierto es que sí se le ocurrió, y fue a un leonés.
Antonio Martín Santos, un ingeniero industrial natural de León, viajaba en el año 1954 con su familia a bordo de un SIMCA 9 Aronde en dirección a Jerez de la Frontera, para visitar a su hija que se había casado recientemente en la localidad gaditana. Después de muchos kilómetros recorridos, y al meterse la noche, la familia se perdió en los alrededores de Sevilla. Aunque finalmente consiguieron encontrar la ruta correcta, el cabeza de familia, gran aficionado a los automóviles y con una especial inquietud en el campo de la invención, se dio cuenta de la necesidad de contar con un dispositivo que orientara al vehículo por el itinerario deseado.
Y todo ello sin la necesidad de tener que recurrir a los “engorrosos” mapas Firestone de la época y, por qué no, que fuese un dispositivo que tuviera algún tipo de iluminación, algo que vio necesario después de la experiencia vivida esa noche en las carreteras andaluzas, relata su nieto, José Antonio Aldasoro Martín. Entonces don Antonio Martín Santos se puso manos a la obra e ideó un sistema cuyo fundamento mecánico era “muy sencillo”. Corrían los primeros meses del año 1955 y el prototipo del denominado ‘auto-mapa’ se convirtió en una realidad, aunque fue necesario acometer algunas mejoras posteriormente para su correcto funcionamiento.
Consistía en unas cintas que se desenrollaban a partir de un carrete para enrollarse en otro, y durante su recorrido pasaban por delante de una ventanilla a modo de pantalla en la que se podía apreciar el tramo de carretera por el que estaba circulando el vehículo en ese mismo momento. “Los carretes se mueven en combinación con elementos de transmisión de la velocidad del automóvil, como el cuentakilómetros”, explica su nieto, de manera que el coche circula “a una velocidad directamente proporcional a la que avanza en el itinerario del mapa”.
Más concretamente, la escala era uno a un millón, y el aparato tenía que instalarse en el salpicadero del coche y estaba conectado por cable con la transmisión del vehículo. La patente nacional de invención se consiguió en el año 1955, aunque Martín Santos no cejó en el empeño de mejorar su invención y un prototipo posterior del año 1957 “sufrió una revolución” e introdujo algunas mejoras. Entre ellas, dio solución a algunos problemas técnicos derivados del material con el que estaba construida la cinta de arrastre, en especial cuando se producían condiciones climatológicas extremas que dificultaban su funcionamiento.
Patente en toda Europa
El auto-mapa de Martín Santos registró su patente en España en el año 1955, pero su difusión alcanzó un ámbito mucho mayor y llegó a patentarse en otra decena de países, caso de Portugal, Suiza, Francia, Italia, Alemania Occidental, Bélgica, Reino Unido, Argentina y Estados Unidos.
Y a pesar del éxito que obtuvo, y de que se iniciaron conversaciones con algunas marcas comerciales de gran importancia en el sector automovilístico como Fiat o General Motors, este aparato no llegó a comercializarse en ninguno de los países. “Además la salud de mi abuelo se fue deteriorando y murió finalmente en abril de 1961”, lamenta su nieto.
Reconocimiento
La invención de Antonio Martín Santos tuvo un gran éxito y de hecho fue premiado con la Medalla de Oro en el Salón Internacional de Inventores de Bruselas, con una felicitación especial del jurado en el año 1957 en la cita que se celebró entre los días 8 y 17 de marzo. La noticia también tuvo repercusión en los medios de comunicación de la época, en la revista ‘Blanco y Negro’, así como en otras publicaciones especializadas, tanto españolas como extranjeras.
También el Nodo se hizo eco de esta información, y según el archivo sonoro de Radio Televisión Española, fue el 1 de enero de 1963 cuando también se citó, en ‘Técnica de ayer y de hoy’ esta creación entre los muchos inventos de esa época premiados incluso a nivel internacional dentro de lo que se calificaba como “la fiebre de la inventiva”, como las zapatillas eléctricas contra el frío o un casco de motorista con semáforo.
Al auto-mapa se refería este programa hablando de la posibilidad de que los automovilistas dispusieran de un aparato como este “a condición de que no lo miren demasiado tiempo porque un árbol se coloca delante”. Un invento revolucionario que con el paso de los años, en especial recientemente, se ha convertido en indispensable y que tuvo su origen en la mente de un leonés como Antonio Martín Santos.