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En el Bierzo quedan cerca de 60 pallozas, según datos facilitados por los municipios que cuentan con ellas entre su patrimonio. Sería un buen dato teniendo en cuenta que son construcciones ancestrales si la realidad no fuera que la mayoría de estas pallozas están más cerca que nunca de la ruina. Parejo al declive de las zonas rurales parece ir el destino de estas pallozas.
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Si algunas siguen en pie y en buenas condiciones es por la determinación de personas de los municipios que se resisten a dejarlas en el olvido. Pero lo cierto es que más allá de las fronteras de la provincia, incluso del Bierzo, la atención hacia ellas es prácticamente nula. José Antonio Álvarez Cachón, alcalde de Candín, denuncia este hecho. "La única institución que se toma en serio este tema es el Ayuntamiento. La Junta hasta la fecha no ha hecho nada y eso que tenemos un compromiso con ella para una restauración, pero no termina de cuajar".
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El mantenimiento de una palloza es muy costoso. Exige actuaciones cada cuatro años para que el techado esté en perfecto estado, obras que no suelen bajar de los 3.000 euros. Con este deterioro tan rápido, es imposible que Ayuntamientos humildes como Candín, Peranzanes o Balboa puedan ocuparse por sí mismos de toda la inversión necesaria. Incluso Vega de Espinareda y Villafranca, los otros dos municipios con pallozas en la comarca, también tienen dificultades para encargarse de sus restauraciones.
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El ejemplo más claro de esto es el de Campo del Agua, perteneciente a la pedanía de Villafranca Aira da Pedra. Campo del Agua es una aldea declarada como Bien de Interés Cultural por la propia Junta en 1948 debido a la gran cantidad de pallozas que poseía junto a cabañas y hórreos ancestrales. En 1989 sufrió un importante revés. Un incendio calcinó gran parte de estas construcciones, dejando poco más que cenizas. "Desde aquel incendio solo quedan paredes", asegura el pedáneo de Aira da Pedra, Francisco Gutiérrez, "y no se habla de restauración".
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En El Bierzo, el estado de las pallozas ocupa un espectro casi extremo, en casos en los que solo quedan las paredes ya en ruina, hasta las bien conservadas o recuperadas. En el primer grupo están aquellas pertenecientes a la pedanía de Villafranca Villar de Acero. "La última se vino abajo hace 25 años", indica su pedáneo, Rafael Poncelas. La misma situación ocurre con otro pueblo de Villafranca, Paradaseca, según su pedáneo, Abelardo Mauriz. "Sólo quedan restos de los muros. Se nota dónde estaban las ventanas, pero ninguna tiene cubierta. Quedan las ruinas de 3 ó 4". También en Peranzanes las construcciones están bastante comprometidas. "Solo nos quedan seis en el Castro de Chano y debido al temporal de nieve hay dos en estado lamentable", afirma el alcalde del municipio, Vicente Díaz.
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Malas perspectivas sobre las pallozas, pero que no harán que se extienda la resignación entre los responsables políticos de los pueblos. "Hemos solicitado fondos por daños por temporal y a Cultura, pero si no llegan lo haremos nosotros", añade Díaz.
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A pesar de ello, el estado de algunas de las edificaciones permite tener esperanza sobre su futuro. En concreto, son algunas de Balboa y de Candín. La palloza municipal de Balboa, de nueva construcción, se encuentra en un estado envidiable y, aunque su interior no emula las condiciones de vida de los moradores de este tipo de construcciones, sí es un buen lugar para hacer una parada en el camino. También Candín conserva alguna en buen estado gracias a que sus propietarios las cedieron al Ayuntamiento, que pudo hacerse cargo de ellas y restaurarlas. En concreto en Balouta tres propietarios han puesto en manos del consistorio las pallozas, y en mayo de este mismo año la Junta, a través de Patrimonio, autorizó la intervención para recuperar una de ellas, que aún guarda su interior bien conservado (ver varias de las fotos).
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Precisamente en Pereda, un pequeño pueblo de Candín, se conserva en buen estado una de esas pallozas, que está abierta a los visitantes que quieran conocer cómo era el modo de vida rural en el Bierzo hace miles de años. Se trata de una buena forma de reivindicar el pasado y quién sabe si de concienciar a la gente, pero sobre todo a las instituciones, de que nuestro patrimonio cultural no puede permanecer en ese letargo más, porque será víctima del irremediable paso del tiempo.
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Sus habitáculos y su construcción
La construcción de la palloza y su teito es bastante compleja, por esa razón es tan costoso su mantenimiento. Son pocos los teitadores que quedan y sus honorarios se corresponden con la dificultad del trabajo. La construcción comienza con la colocación de varios postes coronados con una muesca en forma de v invertida. Entre dos postes se colocará la viga-madre, usando esta muesca para encajarla. El número de pares de postes con su correspondiente viga-madre varía en función del diseño de la palloza.
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Sobre las vigas-madre se colocan las teixeiras, dos lanzas de madera que se encajan una con otra en forma de Cruz de San Andrés. Sujetada por la teixeira va la cumpia mayor, que se une a la cumpia menor en un poste más alto denominado pie derecho. Con eso ya está formada la estructura principal de la palloza, pero aún falta la colocación de las tercias, que van desde las cumpias a los muros de la palloza para ser la base del teito. Perpendicular a ellas y para que la estructura sea más resistente van unas varas de madera más pequeñas, llamadas ripias. Sobre esta estructura ya se pueden colocar los colmos de paja, que es el auténtico techo destinado a proteger el habitáculo de las inclemencias del tiempo.
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Antes de proceder al teitado, es importante proteger los muros de la construcción con unas lajas de pizarra. Esto evitará que la lluvia se abra paso dentro de la edificación para que no haya humedades. También se levanta un tabique de láminas de madera en el medio de la palloza, con el objetivo de crear dos estancias, una para los animales y otra para la familia.
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Además de estas dos zonas hay un altillo de tablas colocadas entre vigas-madre. En él se puede hacer la curación de la matanza. El habitáculo para la familia cuenta con dos ambientes separados: una alcoba y una estancia en la que se encuentra la lareira, es decir, el fogón, pero que también cuenta con un forno. En esta estancia es donde se realizaba la mayor actividad del día, ya que cuenta con escaños alrededor de la lareira.
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