Parece que fue ayer, pero mañana se cumplirá un año desde que echara el cierre el pozo Salgueiro, que suponía el fin de la minería de carbón en el Bierzo. El agónico final de toda una época que se escenificaba el 16 de noviembre de 2018 con la entrada de los cinco mineros del último relevo en esa mina de Santa Cruz de Montes, perteneciente a Unión Minera del Norte (Uminsa). Daniel Heras, Francisco Antelo, Miguel Ángel Estévez ‘Michi’, Alberto Martinez y José Antonio Álvarez Payero se perdían en el interior del pozo, caminando, con la funda y el casco, la lámpara encendida y la bolsa del bocadillo en la mano.
Así, 365 días después volvemos al pozo Salgueiro junto a tres de ellos, Daniel, Francisco y José Antonio. También nos acompaña el joven Álvaro Matilla, que trabajaba entonces para la subcontrata. Cada uno ha hecho su vida desde entonces, algunos ni habían vuelto por allí, pero todos sienten la misma mezcla de tristeza y nostalgia al volver a pisar la mina, que encuentran abandonada y vandalizada. La barrera de la entrada esta reventada, el taller y las oficinas destrozadas, mientras ya han soldado las puertas de las duchas y el cuarto del vigilante. “En verano estaban abiertas”, advierte Daniel, que continúa el camino junto a sus compañeros hacia la entrada del pozo.
La verja bajada marca la diferencia con la foto de hace un año, pero la bocamina se sigue reflejando en el mismo charco que sigue en su mismo lugar. No creen que el sector del carbón vuelva a arrancar en el Bierzo, sólo Francisco Antelo sigue manteniendo viva la esperanza, como lo hacía el 16 de noviembre pasado. “Ya lo veremos”, apostilla, mientras defiende que la dependencia energética del exterior es insostenible y España tendrá que volver a mirar al carbón autóctono. “¿Cuánto va a aguantar la gente que le suban y suban el recibo de la luz?”, añade.
El pozo Salgueiro, un año después.
José Antonio Álvarez Payero, Daniel Heras, Francisco Antelo y Álvaro Rodríguez Matilla, a la entrada del pozo Salgueiro.
Un año de cambios
El cierre de la mina ha supuesto cambios para todo ellos, igual que para la cuenca. La gran mayoría han podido prejubilarse con las condiciones del nuevo marco (Acuerdo Marco para una Transición Justa de la Minería del Carbón y Desarrollo Sostenible de las Comarcas Mineras para el Periodo 2019-2027), mientras que los que se han quedado fuera, como es el caso de trabajadores de subcontratas como Álvaro, han tenido que buscarse la vida y ver qué oportunidades de trabajo hay en otros sectores.
Daniel, Francisco y José Antonio llevan todos estos meses al paro, a la espera de que lleguen sus contratos de prejubilación a la gestora. Tienen 42, 43 y 44 años, respectivamente todos con más de 20 años de mina. “22 años y ocho días”, precisa Daniel, que reconoce que, después de tantos años de incertidumbres, expedientes de regulación de empleo, retrasos e impagos, su nueva situación “nos ha dado más seguridad, más tranquilidad y más estabilidad en casa”. “Echas de menos el día a día, pero está claro que la vida te cambia para mejor, las cosas como son”, añade José Antonio.
Francisco Antelo no está del todo de acuerdo, él hubiera seguido trabajando unos años más. “Ahora aburrimiento. Dime si no estábamos bien trabajando otros cinco añitos más, pero seguidos y sin problemas, no como estos años de atrás. Hacías tu turno de trabajo y llegabas a casa casado, pero a gusto. Yo creo que sí”, opina Francisco, mientras Álvaro –Alvarito, como le llaman los compañeros- no dudaría en cambiarse por él. “Si no quieres prejubilarte, me cambio por ti”, le bromea.
Álvaro tiene ahora 32 años y llevaba ocho años y medio trabajando en la mina. Entró por primera vez con 21 años y pilló los peores años de inestabilidad del sector, “bailando” de una mina a otra. Cerredo, Malabá, Torre, Brañuelas y, finalmente, Salgueiro. “Estuvo de ayudante minero mío cuando entró la primera vez”, recuerda Daniel. “Tenía el trabajo al lado de casa y ahora pues te tienes que volver a buscar la vida, empezar en otro sector, hacer nuevos compañeros y coger otras rutinas”, explica Álvaro. Al final le fue bien, y unos meses después del cierre encontró trabajo en Tvitec, donde espera renovar su contrato en enero. “Me he adaptado bien. Nunca había trabajado a turnos. Pensaba que iba a ser más duro y que me iba a costar más, pero ha ido muy bien, también con los compañeros”, puntualiza el joven, que confía encontrar estabilidad en esta empresa berciana en crecimiento, donde sus condiciones laborales y económicas también son mejores que en la subcontrata minera.
De un día para otro
Los cuatro coinciden en que la “transición” se ha hecho al final de una forma brusca, de un día para otro. Creen que había margen para mantener las minas un par de años más y no dejar a nadie colgado. “La transición en el Bierzo se ha hecho de un día para otro, cerrar minas y centrales térmicas, todo ya. Debería haber sido más progresiva porque en otros países europeos siguen produciendo y quemando carbón”, opina Daniel, mientras Francisco ironiza con que en España “quisimos ser los mejorines, los primeros en cerrarlo todo”.
Igual piensa José Antonio Álvarez Payero, que entiende que “lo más penoso es que, sin haber pasado un año desde que cerraron las minas y gente como Álvaro y otros compañeros se quedaron en la calle, ahora Hunosa esté pidiendo carbón para que la térmica de La Pereda pueda funcionar”. Y es que a principios de noviembre salía a licitación el contrato por el que Hunosa pagará 23 millones de euros a quien le suministre carbón hasta 2021. Eso sin contar lo “sangrante” que les parece que se compre energía a Marruecos producida en centrales térmicas de carbón.
“Yo creo que pasa todo por una reindustrialización en condiciones”, recalca José Antonio, que lamenta cómo se han “dilapidado” millones de euros que tenían como destino la reconversión de las cuencas mineras. “El pueblo de Torre del Bierzo tenía que tener las aceras de oro con todas las subvenciones que han venido, pero esto está muerto”, apostilla, consciente como sus compañeros que es muy difícil que sus hijos puedan tener un futuro en la comarca.
Precisamente, Álvaro vive en Torre y no sabe dónde acabará. “Me siento raro, echas de menos la mina pero tienes que hacerte a la idea de que eso ya se acabó, que todo lo que nos dio en el pasado se acabó y que esta zona irá poco a poco muriendo. Llegará un momento en el que no sé si seguiremos aquí o no porque, a los que nos toca trabajar, si aquí no hay nada, no nos quedará otra que ir fuera a buscarnos la vida”, concluye.
Francisco, Álvaro, José Antonio y Daniel llegan al pozo, algunos no habían regresado desde el cierre.