El aumento de la población mundial, los efectos del cambio climático y la contaminación derivada de la acción del hombre son algunas de las causas que están contribuyendo a que se desencadene en un futuro próximo una crisis hídrica de gigantescas proporciones que puede llegar a amenazar la supervivencia del ser humano en la tierra.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Agencia de Naciones Unidas cuyo objetivo es acabar con el hambre en el mundo (FAO) son algunas de las instituciones que desde hace años vienen reclamando a los diferentes países que adopten medidas correctoras que permitan paliar esta grave crisis hídrica.
Además, según el último Informe Mundial sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos, publicado por la ONU, el uso mundial del agua ha aumentado hasta 6 veces, en los últimos 100 años y se espera que siga creciendo cerca de un 1% cada año. Así las cosas, esta situación constituye el perfecto caldo de cultivo para que muchos inversores vean en el agua, un recurso rentable con el que poder especular, hasta el punto de llegar a cotizar en el mercado de futuros de Wall Street esta misma semana.
Cómo cotiza el agua en Wall Street
Lo que cotiza en Wall Street no es exactamente el agua como recurso natural, sino los derechos de uso. Así que a pesar de que el agua es un bien común y de dominio público, sí que es posible otorgar licencias administrativas, por parte de la mayoría de los gobiernos de los diferentes países, que permiten su explotación.
Por lo tanto, la transacción de estos derechos de explotación es lo que ha comenzado a cotizar en bolsa, en forma de títulos, lo que ha llevado a que el agua se convierta en un mero activo financiero. Algunos expertos defienden que la cotización en bolsa del agua puede contribuir a una gestión más eficiente del agua. Sin embargo, desde otros sectores se ha criticado duramente permitir que se especule con un recurso tan necesario para la vida en el planeta.
Un recurso que la propia Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció el 28 de julio de 2010 como un derecho fundamental, tanto para la vida como para la dignidad de las personas y cuyo futuro parece cada vez más incierto, en una sociedad dispuesta a mercantilizar hasta los derechos más básicos.