ICAL Actividades de la asociación Tyto Alba en la reserva ornitólogica de Palacios de Compludo
Aves y mineros han tejido, desde el siglo XVIII, una provechosa alianza mediante la que los canarios eran útiles para avisar a los sacrificados trabajadores de los pozos sobre el peligro de una 'muerte dulce' causada por un escape de gas grisú. Ese pacto entre mineros y aves se renovó hace 30 años en San Pedro Mallo, un pequeño pueblo de la cuenca minera del Sil perteneciente al municipio berciano de Toreno, con la fundación de Tyto Alba, una asociación de estudios ornitológicos dedicada a defender el entorno natural y a promover el conocimiento del mundo de las aves y los pájaros. “El primer grupo éramos todos mineros, trabajábamos en las minas vecinas de la localidad”, recuerda Miguel Ángel Gallego, presidente del colectivo.
La construcción de cajas nido y la reforestación de un cielo abierto abandonado con plantaciones de bellotas de roble y plantones de abedul fueron las primeras acciones emprendidas por la asociación, que más tarde continuó su labor con la elaboración de un censo de aves en la comarca, un territorio científico que estaba prácticamente inexplorado en el Bierzo. El trabajo siguió adelante con otras actividades como la colocación de 50 nidos de cigüeña blanca en iglesias, árboles y torretas, la suelta de búhos reales aportados por el Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (Grefa) en los cañones fluviales de la zona o la recogida de decenas de aves heridas.
Reforestación y fin al furtivismo
“En Ponferrada, empezamos a colaborar con el Ayuntamiento para desarrollar intensas campañas de educación ambiental y se elaboraron programas de todo tipo y diverso material divulgativo”, recuerda Miguel Ángel. “Enseñamos a miles de críos a ayudar a los bichos del Bierzo o a plantar árboles. A fecha de hoy hay centenares de árboles de aquellas plantaciones escolares”, destaca. Al respecto, los responsables de la asociación llevaron hasta los centros escolares la preocupación por los ríos, los bosques, o la fauna, así como por temas como el reciclaje y la reutilización o la energía. “Es común encontrarnos con adultos que fueron niños, que nos felicitan por despertar en ellos la conciencia ambiental. Es tan común que estamos a punto de creer que lo hemos hecho bien”, bromea el responsable de Tyto Alba.
Estas acciones educativas se acompañaron de campañas de reforestación con las que el colectivo quería poner freno a dos de los principales enemigos de los bosques de la comarca: el fuego y la minería a cielo abierto, lo que provocó “presiones y amarguras por parte de la patronal y de los propios compañeros”, recuerda con tristeza. “Denunciamos y combatimos las canteras a cielo abierto, los basureros, las industrias químicas y la proliferación de minicentrales hidroeléctricas y pantanos”, afirma Miguel Ángel, que recuerda que las alegaciones en los distintos procedimientos y las movilizaciones vecinales fueron claves para echar atrás decenas de proyectos de este tipo en toda la comarca, consiguiendo dejar libres buena parte de los ríos de montaña.
En la misma línea, la participación de la asociación fue fundamental para parar los pies a una red de furtivismo que cazaba osos y urogallos, entre otras especies, en zonas del Alto Sil. En colaboración con el Fondo para la protección de los animales salvajes (Fapas) y el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona), se llevaron a cabo en esos años redadas en varios pueblos de la zona, como Villablino o Palacios del Sil, operaciones que se cerraron con la incautación de numerosas pieles de oso pardo y que fueron el germen para la declaración de la zona como área de protección para esta especie amenazada.
Tras salvar a un robledal situado entre Toreno y Matarrosa del Sil de ser sepultados por la minería a cielo abierto, Tyto Alba se desplazó de la zona minera de San Pedro Mallo a Palacios de Compludo, aunque continuó alegando contra los proyectos de cielos abiertos en zonas oseras, como Fonfría o el Freixolin, en la zona de Villablino, recuerda el presidente del colectivo.
El pueblo de Palacios de Compludo, antes y después de la restauración llevada a cabo por la asociación Tyto Alba
Puesto de observación de fauna de la reserva ornitológica de Palacios de Compludo, gestionada por la asociación Tyto Alba
Terrenos de la reserva ornitológica de Palacios de Compludo, gestionada por la asociación Tyto Alba
Reserva ornitológica
La llegada a Palacios de Compludo supuso la puesta en marcha de un proyecto de recuperación de este antiguo pueblo abandonado en 1978 y de reforestación de los montes devastados por el gran incendio de 1987. Involucrando a un amplio abanico de gentes, entidades y administraciones y movilizando a cientos de voluntarios, la asociación consiguió que las casas en ruina dejaran paso a un pueblo restaurado en base a los criterios de la arquitectura rural tradicional y a un bosque en crecimiento en el que conviven castaños, cerezos, serbales y pinos. “Lo que importa es que el monte no arda”, recalca Miguel Ángel.
Dos décadas atrás, en 1999, la asociación dio el paso definitivo para la creación de la primera reserva ornitológica de la montaña cantábrica, gracias a un convenio suscrito por Tyto Alba, la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) y el Ayuntamiento de Ponferrada. “Estamos involucrados en el desarrollo rural y ambiental de la zona y nuestro proyecto se mira de cerca por otros pueblos”, presume Miguel Ángel, que avanza la existencia de negociaciones para ampliar la reserva con el pueblo vecino de Carracedo de Compludo. “Así conseguiríamos triplicar el territorio protegido y desarrollar un proyecto de más envergadura. Seria genial para festejar nuestros treinta años”, reconoce el presidente del colectivo.
En cuanto a su trabajo con las cerca de 140 especies de ave que anida en la comarca berciana, Miguel Ángel subraya que Tyto Alba mantiene controladas las poblaciones de águila real en la zona, a través de la protección de sus zonas de cría. Además, en terrenos de la reserva se llevan a cabo programas de cría y suelta de conejo de monte para proveer de alimento a esta ave majestuosa. “No hay un ave endémica en el Bierzo, pero sí hay pájaros norteños como el urogallo, la perdiz pardilla o el picamaderos, un pájaro carpintero que está anidando cada vez mas al sur. Ha desaparecido como nidificante un buitre, el alimoche, y resiste el urogallo, con poblaciones escasas en el Alto Sil y tal vez algo en Ancares”, explica el presidente de la asociación, que da fe de la existencia en el sur de la comarca de una población “relicta y sorprendente” de urogallos, alejada de sus congéneres del norte.