Manual del esnob

De entre todos los peatones que invaden las aceras de la ciudad, siempre dejamos un hueco para el simpático grupo de los esnobs, que a fuerza de modernidades caminan con un vago estrés que ni ellos mismos aciertan a comprender, y es que la vida del esnob es cruenta y tormentosa, aunque lo ignore el interesado. Supone vivir en el artificio permanente, algo así como un dandismo renovado.

16 de Marzo de 2023
Guardar
snob
snob
De entre todos los peatones que invaden las aceras de la ciudad, siempre dejamos un hueco para el simpático grupo de los esnobs, que a fuerza de modernidades caminan con un vago estrés que ni ellos mismos aciertan a comprender, y es que la vida del esnob es cruenta y tormentosa, aunque lo ignore el interesado. Supone vivir en el artificio permanente, algo así como un dandismo renovado.

Es esnob se ha visto obligado en apenas un lustro a comprar una Vespa, restaurarla, lo que supone desmontarla, lijarla y pasarla por distintos barnices, comprar piezas distantes y pagarlas a buen precio, y después, cuando refulge la máquina recién bautizada y se ha comprado el casco retro a juego, se ve obligado a condenarla al olvido porque debe sustituirla, velozmente, por el intrépido y vanguardista patinete, con el que ha surcado mares de asfalto, arriesgando su vida y la de sus vecinos. Sin duda alguna la Vespa carecía de sentido o no resultaba cómoda y el patinete, su natural sustituto, no resulta contaminante. Alguien de la nueva jet, de la guapa gente de instagram, dice que no se lleva la Vespa, y así, y un par de años después, la dictadura de la moda le ha condenado a deshacerse de tal artefacto y adherirse al patinete, del que nuevamente se ha visto privado porque le han exorcizado y convencido para que adquiera a gran precio de la bicicleta eléctrica, que ahora es lo más. Así que a carreras, estresado, apenas sin tiempo, se ve otra vez cambiando de artilugio, y con todo mérito y a pesar de todo, se muestra contento y satisfecho puesto que ya no sufre si la avenida amaga un desnivel, momento en el que aprovecha, precisamente para que descansen las piernas esos ciento cincuenta metros que tiene de recorrido y para el que era tan necesario no una bicicleta de las de toda la vida, sino eléctrica y de dos mil euros para arriba.

Según vemos, la vida de esnob va siendo cara, acelerada y efímera, los cacharros se suceden con vértigo y eso sin entrar a valorar en el establo automovilístico, del cual ya se barruntan problemas eléctricos, híbridos e incluso espaciales. Del mismo modo, claro, le sucede con los sucesivos terminales móviles que pasan por sus manos y de los que apenas caen en su domino se ve forzado al cambio sin tener tiempo para familiarizarse con ellos. Con esto último, a veces se lamenta del avance de la ciencia y otras mira al cielo sopesando si no le están tomando el pelo; el esnob fue el primero en disponer de fax, móvil ladrillo y después nos amenazó con adquirir el smartphone, levantaba con esfuerzo pesas en los gimnasios mientras alardeaba, exhausto, del nuevo Alcatel al que habían aligerado unos gramos; el esnob, además, debe probar cada restaurante, cuanto más caro, mejor, y si le decepciona, lo calla y cuelga en las redes la foto de los postres, que suelen ser lo más vistoso del asunto. Por supuesto, si cae en la vulgar tentación de visitar el restaurante de siempre, que es el que le gusta, lo calla como un pecado de la juventud y no saca foto o si la saca, no la sube; al esnob, decimos, esta temporada le quema el bolsillo, y ha tenido hasta que largar su polar y sustituirlo por un chaleco sin mangas, que ya lo tienen en todas las tiendas, pero además de eso, el suyo debe lucir emblemas reconocibles, y aunque lo luce orgullosamente en las calles peatonales, reniega  cuando aprieta el frío y sufre el viento a bordo de la bicicleta.

En fin, que como vemos esto de ser un esnob no es ni sencillo ni barato ni cómodo, y aun así en todas las ciudades proliferan y perviven, pudieran ser un Oscar Wilde que nunca hubiese escrito una novela, o un Valle-Inclán con dos brazos y sin esperpentos, si el dandy era único, el esnob es minoritario. Con Franco iban de cacerías, escopeta al hombro y café al rececho; con Suárez fumaban Ducados Internacional, cuando el Ducados nunca había salido de España y nadie entiende de dónde venía tanto internacionalismo, con Felipe bebían Ron Negrita, que quizá fue un ron canario al que ya casi nadie recuerda; con Aznar se sacudían las moscas con las raquetas de pádel y así sucesivamente. Han llevados polos de Lacoste, Vespa, Iphone, han leído o no han leído casi nada y parecen saberlo todo. Ahora, que les da por los chalecos, que escuchan a Sabina aunque no compartan sus ideas y que van dejando el gintonic por el whisky, y mientras les dure la moda, hasta se les coge cariño.