El operativo de incendios de Castilla y León cerró un buen verano, con 996 hectáreas de arbolado calcinadas en lo que va de año, una cifra que supone un 84% menos que el promedio del último decenio, cuando ascendió a 6.362, una media inflada por los fuegos de 2022, entre ellos los dos de la Sierra de la Culebra, en Zamora.
En cuanto a la superficie forestal general, que incluye arbolado, matorral, monte bajo y pastos, la cifra supone 4.621 hectáreas en lo que va de año, cuando la media de la década es de 18.350, es decir, un 75 por ciento menos. En ‘Los Desayunos de Ical’, el consejero de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio, Juan Carlos Suárez-Quiñones, advirtió que “la campaña no ha terminado”, pero la climatología “abona a que no se necesario prolongarla más allá del 12 de octubre”, dadas las lluvias de los últimos días.
Hasta el 1 de octubre, el número de incendios total ha sido de 801 (181 de ellos, casi una cuarta parte, en León), que con respecto al promedio de los diez años, supone una bajada del 39% (1.267).
“El año es favorable, pero no positivo, porque hay mil hectáreas de arbolado que han ardido”, apuntó el consejero, quien subrayó también que un 75 por ciento de los incendios se han quedado en conatos, menos de una hectárea, “por la rápida intervención del operativo”, cuando la media del decenio es de seis puntos menor (69 por ciento). “Eso es indicativo de un incremento importante de eficacia del operativo, porque supone la mayor rapidez en atajar el fuego”, sentenció.
También celebró que este año no se han registrado fuegos “aparatosos” y que, por ejemplo, el de Astorga (León) superó las 700 hectáreas, “pero al menos no son de arbolado, sino matorral seco, pradera y pasto seco”.
En cuanto al patrón de las causas de los incendios, el consejero sostuvo que “se repite año a año” y que, en general, solo entre un siete y ocho por ciento son “fortuitos”, es decir, por rayos, las chispas de un tren, etc., mientras que el 92% restante cuenta con la mano del hombre. Igualmente, recordó que el fuego tiene un origen diferente en el oeste y el este de la Comunidad, donde esta “distribución es distinta”. En Soria, prácticamente ese 92 por ciento “son fuegos accidentales o imprudentes, provocadas por labores humanas, pero por una imprudencia o por un accidente en el que suele haber algún tipo de negligencia”; y el resto son “intencionales, gente que va a quemar el monte”. En el oeste, “aumentan los intencionados y disminuyen los accidentales”.
Repercusión del dispositivo
El consejero distinguió entre tres factores como los causantes de los bondadosos datos de este año. El primero es la climatología, “capital y fundamental”, porque se refiere a la humedad, la velocidad del viento y de la temperatura. Este verano, apuntó, se han contabilizado “más olas de calor con temperaturas muy altas, pero mayores humedades que en 2022”. De hecho, este ejercicio se partía de dos meses de mayo y junio húmedos y un julio con una primera parte fría y también húmedo. Por lo tanto, la mezcla de estos factores, a pesar del calor, ha dejado humedad en la vegetación, en “el leño de los árboles”, y eso ralentizó la propagación de los fuegos y “fueron más abordable”.
Suárez-Quiñones diferenció esta conjunción de factores con los ocurridos hace dos años, cuando “todos ellos se pusieron de acuerdo para ir al máximo, unido a tormentas secas, eléctricas, que son muy peligrosas”.
La segunda característica está relacionada con la geografía, pues el oeste de la Comunidad es donde se dan más incendios “intencionales”, frente al este, donde hay un mayor aprovechamiento del monte, como ocurre en Soria, a lo que “ayuda la concienciación de la ciudadanía”, la cual consideró que “se ha incrementado en los últimos años para tener estos resultados”.
La tercera y última a la que se refirió es la eficacia del operativo, que después de los acuerdos del Diálogo Social de septiembre de 2022, “ha sido muy reforzado, especialmente fuera de la época de riesgo alto, donde es más intenso, que es donde probablemente más hacía falta”. Sin embargo, Suárez-Quiñones aclaró que también en la temporada alta “hay más medios materiales, mejores condiciones de trabajo del personal funcionario o laboral, con la desaparición del personal fijo discontinuo, que pasa a ser fijo”. Por estas razones, “se está notando una mayor eficacia del operativo”.
¿Qué ocurre el resto del año?
El consejero expuso que a partir del 12 de octubre en que termina la época de riesgo alto se mantendrá un operativo “muy bien dimensionado”. A pesar de que no está todo el personal desplegado, se distribuye semanalmente, “dependiendo de las condiciones y de los análisis que hacen los técnicos sobre qué necesidades existen”. En todo caso, defendió que ahora “hay disponible una gran parte del operativo los 12 meses del año” como son todas las motobombas y su personal, y a partir del año que viene, todos los vigilantes de torres y un número “muy relevante” de cuadrillas helitransportadas y terrestres a disposición de los términos técnicos que hacen esa evaluación semanal de las condiciones.
A ellos se suman la asistencia de guardias, técnicos, agentes medioambientales para estar preparados, según las circunstancias semanales. “Por lo tanto, el acuerdo del Diálogo Social del 27 de septiembre es mucho más intenso fuera de la época de riesgo alto, que es donde probablemente habría más necesidad”, resumió.
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