“Un sueño hecho realidad. Una gran puerta que enlaza el pasado con el futuro”. Así se describió hace ahora diez años la puesta en marcha de la Casa del Parque de Babia y Luna en el Palacio de Quiñones de la localidad de Riolago, tras una inversión de 1,6 millones. La nueva infraestructura se estrenó poco antes de la declaración de Parque Natural para un territorio que ya había cumplido una década reconocido como Reserva de la Biosfera por la Unesco.
Un mastín de bronce recibe al visitante en un recinto acogedor en el que el verde y la piedra comparten protagonismo como primer impacto visual antes de adentrarse en el edificio, declarado Bien de Interés Cultural. El inmueble, propiedad de la Junta, data del siglo XIV, cuando se construyó su muralla, pero la portada y las edificaciones no se levantaron hasta finales del XVI y principios del XVII. A principios del siglo pasado sufrió un incendio que destruyó por completo su estructura interior y fue restaurado por un vecino, Fernando Geijo, en la década de los 70.
La Casa tiene como objetivos fundamentales la educación y difusión ambiental del Parque y es su única infraestructura abierta al público y soporte de la gestión ‘in situ’, por lo que “juega un papel fundamental como referente del Espacio Natural Protegido”, según lo destaca el director conservador, Ángel Gaspar García-Miranda González.
“La historia del edificio y su relación con los acontecimientos desarrollados en la zona, su estructura arquitectónica y la exposición que contiene hacen que sea un equipamiento muy entrañable y cercano a la población local”, resume y no se olvida de mencionar la cantina, ubicada en un espacio independiente, que regentada por Enrique ejerce de punto de encuentro para los vecinos, además de ofrecer al visitante un espacio para el esparcimiento acorde al entorno.
La capilla, erigida en otro punto del patio ajardinado, acoge una selección de sonidos de animales que complementa lo visto y aprendido en la exposición principal, la que se reparte por las estancias del Palacio para mostrar de una manera fácil de asimilar, detalla García-Miranda, los valores naturales humanos y culturales de la zona, tales como el patxuezo -asturleonés occidental-, los usos ganaderos, especialmente la trashumancia de ovejas merinas en verano desde los invernales del sur, o las razas de ganado y animales que se crían en estos pastos (merinas, caballo hispano bretón, la vaca mantequera leonesa, el mastín o el carea).
También se refiere al contenido didáctico de este espacio el director de La Jurbial Servicios Ambientales, la empresa adjudicataria de su gestión, Ernesto Díaz, quien comenta que “ha tenido una evolución bonita, porque a pesar de tener ya diez años ni los contenidos ni el formato pasan de moda. Es un formato muy analógico y en unos tiempos tan tecnológicos como los que vivimos es un contraste que la gente valora. La sensación es de que el cien por cien de los que pasan por allí salen satisfechos”.
La narración que presenta, dice, es muy acertada, y el colofón lo aporta un audiovisual que se contempla en una atmósfera que “consigue el objetivo de emocionar a gente de cualquier perfil, desde niños hasta personas mayores. La experiencia para mí no puede ser más bonita”. Desde su apertura, experimentó un crecimiento en el número de visitantes, que tuvo su momento álgido en 2017, cuando se alcanzaron los 13.228. La pandemia rebajó la afluencia hasta 7.661 y 7.703 en 2020 y 2021, respectivamente y la recuperación posterior hace que los 91.266 acumulados a finales del pasado año puedan superar la cifra global de los 100.000 cuando concluya 2024, según los datos ofrecidos por el Servicio Territorial de Medio Ambiente en León.
Como principal punto de información y atención de infraestructura de uso público del Parque Natural, la Casa ejerce un papel de brújula y desde allí “se canaliza a todos los visitantes en función de sus demandas” además de, a través de la parte expositiva, atraer e incentivar al visitante a descubrir los secretos del Babia y Luna”, según lo señala el coordinador provincial de la Fundación Patrimonio Natural de Castilla y León, Eduardo Álvarez, quien comenta que se ultima una programación especial con motivo del décimo aniversario.
El factor humano juega un papel relevante a la hora de hacer más interesante o agradable el recorrido por la Casa del Parque o alguna de las acciones que de desarrollan en ella. Lidia de la Villa de forma estacional y Bárbara Álvarez durante todo el año -el centro únicamente cierra sus puertas en enero- son las encargadas de atender a un público que describen como “muy amable. “Me sorprende, para bien, que para lo apartado que está el centro, viene mucha gente. Están un poco influenciados por la energía que tiene el sitio. Vienen con una buena predisposición y gusta a gente de todas las edades. La exposición es muy interactiva, apta para todos los públicos y suelen disfrutar. Ayuda a hacerse una idea global del Parque Natural y a diario la gente nos dice que le gusta mucho” resume Bárbara.
Las visitas en grupo son guiadas y lo que se explica se adapta al tipo de oyente. “No cuentas lo mismo ni de la misma manera a niños de Primaria que a una asociación de jubilados o a universitarios de grados relacionados con la naturaleza”, comenta y reconoce que todos coinciden en que “es un sitio que tiene una atmósfera mágica, ya desde el entorno y salen con una sensación positiva”.
Ambas recogen en una libreta anécdotas y curiosidades que les regala el día a día con los visitantes. “Mucha gente nos pregunta si este es el Palacio al que venía el rey a descansar a Babia. Les decimos que igual alguno pasó, porque los Quiñones eran nobleza alta…”, relata y menciona también a una pequeña de diez años que el pasado agosto respondió convencida a su padre cuando le preguntó si sabía dónde estaban: “Que sí... estamos en Babilonia”.
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