La Denominación de Origen León concluyó el pasado 17 de octubre una “larga y accidentada” vendimia, que comenzó el 30 de agosto y estuvo condicionada por las continuas interrupciones causadas por las lluvias. No obstante, se lograron recoger 3.017.904 frente a los 3.072.498 de la campaña pasada.
La DO explicó que la “extrema sequía” marcó gran parte del ciclo vegetativo, con un otoño y un invierno secos y casi sin lluvias hasta finales de mayo, a lo que siguió otro largo periodo de casi 90 días de altas temperaturas y persistente sequía que llevó a la planta a “una situación extrema de estrés hídrico”. La recogida de la uva se desarrolló desde el primer día de vendimia con lluvias intermitentes que, “si bien en un principio posibilitaron la hidratación de la cepa y el engorde de una uva inicialmente abundante pero de pequeño tamaño, a la larga se convirtieron en un problema de carácter operativo y en una amenaza por la posibilidad de que apareciese botrytis, especialmente en las zonas más bajas, que finalmente no se concretó”.
Esas “adversas circunstancias” supusieron que la vendimia “más temprana que se recuerda” se prolongase hasta el 17 de octubre, concluyendo una semana más tarde que el año anterior. Además, se alteraron las previsiones iniciales de cosecha, que apuntaban a unos 3,5 millones de kilos, corregidas posteriormente a cifras similares a las de 2022 a la vista de que el calor que precedió a la recogida de los racimos provocó cierta pasificación no dañina de la uva en algunas zonas y las lluvias tardías dificultaron la maduración y no lograron incrementar el peso del racimo en otras, en un comportamiento también irregular que incluso hizo temer que en el norte del ámbito del territorio productivo no se alcanzase el grado alcohólico deseado, lo que finalmente tampoco ocurrió.
La merma del 1,8% de la producción respecto a la vendimia de 2022 rompe ligeramente la tendencia al alza de la anterior, tras las caídas que la precedieron por los efectos negativos causados por la crisis sanitaria y las dificultades para recuperar mercado en un escenario económico que a día de hoy, aunque las circunstancias y las causas sean otras, todavía es adverso para el consumo en general y para el vino en particular.
En ese contexto y con la variedad reina Prieto Picudo acaparando con 2.326.007 kilos, el 77,09 por ciento del volumen de uva procesado, frente a los 31.783 de Mencía, la otra principal para la elaboración de rosados y tintos, y los 81.238 de la complementaria Tempranillo, la contrariedad viene dada por la caída del Albarín, con 347.451 kilos frente a los 437.077 de la cosecha anterior, que con casi 90.000 kilos más había supuesto el récord de producción de esa uva blanca. En cambio, aumenta la Verdejo en algo más de 90.000 kilos hasta los 224.945 y cae a la mitad la Godello con 5.880 sobre los 11.550 kilos de la cosecha anterior.
Respecto al análisis cualitativo de la añada 2023, la DO destacó “la excelente calidad de la uva y su perfecto estado sanitario, pese a las lluvias que interrumpieron reiteradamente la recogida, manteniendo una buena relación pulpa-piel, con una madurez adecuada pese a esos contratiempos y con muy buenos parámetros generales”.
Por su parte, los técnicos y enólogos de las bodegas resaltaron “las excelentes aptitudes para la elaboración de vinos con las dos viníferas principales”, Albarín y Prieto Picudo, que como monovarietales constituyen la “gran apuesta” de los operadores. En cuanto a los blancos, “serán de alta expresión aromática, frutales y frescos en boca” por las características de las variedades, especialmente en el caso de los albarines, “rotundamente varietales, muy equilibrados y con excelentes aptitudes incluso para elaboraciones complejas”.
La Prieto Picudo será de “una gran pureza varietal en las distintas elaboraciones, extraordinariamente fragantes y también con muy buenos equilibrios entre alcohol, en esta ocasión más contenido, y la acidez característica que siempre le aporta frescura”.