Uno de los edificios más emblemáticos del Bierzo se encuentra en su capital, Ponferrada, formando su skyline y mostrando una historia que ha resistido el paso del tiempo: la Torre del Reloj. Este icónico edificio no solo es un testigo silencioso de la historia de Ponferrada, sino que también es un símbolo de su patrimonio cultural y arquitectónico.
La Torre del Reloj, con su arco de medio punto, supone el último recuerdo de la antigua muralla medieval que rodeaba a la ciudad y la última puerta de las cinco que la formaban. Construida en antes del año 1597, es visible desde la Plaza del Ayuntamiento, antiguamente llamada Plaza de las Eras, sirve como puerta a la calle del Reloj y al casco histórico de la capital berciana.
De planta rectangular y estilo renacentista, la torre se encuentra dividida en tres cuerpos: el primer y segundo tramo se construyeron a mediados del siglo XVI, mientras que, en 1693, se añadió un tercer tramo en granito y rematado en un capital. Así lo informa la página web del Castillo de los Templarios de Ponferrada.
Adentrarse al interior de la torre del reloj es penetrar en las entrañas de la ciudad, y es vetusto, silencioso y oscuro escenario angosto que atrapa nada más atravesar la puerta lateral de acceso a la que se llega por los empinados peldaños de la muralla, donde una placa la recuerda.
En su primer tramo, se encuentra el escudo imperial junto con el de la villa. Por su parte, el reloj más famoso del Bierzo se encuentra en el segundo tramo, instalado a principios del siglo XIX. Finalmente, en el tercer tramo podemos encontrar la campana hacia la que se puede acceder desde la escalera exterior ubicada en la calle Carnicerías.
Una torre vista por todos, conocida por pocos.
De Torre de 'Las Eras' a 'Torre del Reloj'
Existen crónicas que detallan la presencia de la torre con el reloj ya en 1513, momento en que dejó de llamarse 'torre de las eras'.
Construida en mampostería, sólo se sirve del sillar de grano para las cornisas, el campanario, y las esquinas. La torre está formada por tres cuerpos, construidos en el S.XVI.
El campanario, de sillar y sillarejo, presenta en cada cara sus correspondientes bocas de medio punto. La torre se remata por una cúpula rebajada con tejado de pizarra sobre la que se levanta un esbelto capitel cubierto por pizarra y que también sigue la línea arquitectónica de las torres del Ayuntamiento.
En el cuerpo de la torre, en sus dos caras principales, se ubican dos escudos reales con las armas de Felipe II, esculpidos por el cantero Juan de la Lastra en 1597.
Varias reconstrucciones con amenaza de ruina
La torre del reloj es un verdadero puzzle del tiempo. Construida en 1513 sobre la muralla, en su versión ya como torre para un reloj, dejando atrás su hasta entonces nombre de torre de las eras, fue en 1567 cuando sufrió su primera transformación reseñable, a cargo del maestro de cantería Juan Sánchez. Sus trazos no llegaron a ejecutarse ni en una pequeña parte, pero sirvieron para rescatar del estado de ruina a la torre. En 1594 otra obra de modernización y consolidación se encarga al maestro Juan del Ribero, pero en 1596 abandona y es declarado en rebeldía, teniendo que rematar los trabajos los canteros Cristóbal de Lucillo y Juan del Monte, que esta vez sí, se inspiraron en rematar el proyecto de Juan Sánchez.
En 1648 la torre volvía a sufrir amenaza de ruina, pero la siguiente intervención reseñable se produjo en 1792, cuando el campanario construido por Juan del Ribero fue derribado y sustituido ya por el actual que ha llegado hasta nuestros días.
Interior de la Torre del Reloj de Ponferrada
Nada más adentrarse en la Torre del Reloj, podemos observar el hueco y, en su pared, todavía más angosta, una escalera de caracol de madera que suma varias décadas, y a la que hay que mirar alzando el rostro y casi cuestionando si de verdad se puede ascender por esos escalones.
No es fácil subir. Algunos escalones 'bailan', en algún tramo hay que ayudarse de las manos en el ascenso. Los descansillos sólo sirven para preferir mirar hacia más arriba -porque son un espacio abierto a la caída... El corazón de Ponferrada es de una escalera de madera vieja. Una escalera que sufre arritmia por los pasos.
En el primer nivel, a varios metros de altura, una caja... un autómata es la arteria principal, sólo una caja pequeña y de metal, que en 1972 sustituyó en una moda iconoclasta de modernidad, a la antigua maquinaria donada en 1920 por la Minero Siderúrgica de Ponferrada que desde aquel año fue retirada, y desde 1997 se muestra en el Museo del Bierzo (desde su inauguración) a pocos metros desterrada de la torre, como aquella princesa de ruedas, poleas y largas cadenas como trenzas que colgaban desde la plataforma a su base. Una maquinaria de precisión que se comprimió en el autómata que ahora manda en el reloj de la torre.
Hasta el año 2000, con el Plan de restauración del Casco Antiguo, funcionaba en base a la centralita instalada en el Ayuntamiento, y cuyas órdenes llegaban por el cableado que atravesaba varias fachadas. Con el nuevo siglo el reloj recibió su marcapasos, y el autómata tuvo la compañía de varios relés programables que ya hacen casi innecesaria la visita a la torre. Hasta el cambio de hora queda en manos de la electrónica, e incluso posee unas baterías que permitirían que el reloj siguiese moviendo las horas y su martilleo durante varios días por la ciudad.
En el piso superior, accediendo por una trampilla, se ubica el gran mirador, en el campanario. Allí los martillos muestran los verdaderos efectos del latir del tiempo en la ciudad, con la marca de los golpes, con las horas que han visto cambiar tanto a la ciudad (desde que era villa) a su alrededor... siempre girando a su alrededor. Pero recordad; es la torre del reloj la que gira las horas, y su martillo, el latir de Ponferrada.
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