Se llama Pepe, pero podría llamarse Juan, Laura o Antonio. Desde hace un año acude dos tardes a la semana al Centro de Alzheimer de Ponferrada, o como él dice, “el centro de recuperación de la memoria”. Tiene 74 años, estudió magisterio, ejerció la docencia y más tarde entró a trabajar en un banco tras aprobar las oposiciones. Tiene dos hijos. “Me tienes que dejar que presuma un poco de ellos”, dice.
Hace poco más de un año comenzó a percatarse de ciertos olvidos. “Siempre he sido despistado, pero igual dejaba un cepillo aquí y lo buscaba durante un rato”. Las lagunas se hicieron más frecuentes y decidió consultar con su médico de cabecera. Tras un test fue derivado a neurología y llegó el diagnóstico.
“Fue un shock”, cuenta. “Lo que yo no quiero es verme con mis nietos y con mis hijos en un sillón sentado y que me pongan un babero para quitarme la baba, tengo esa imagen grabada. No sé si me he explicado bien”, le pregunta a Marta Fisteus, su terapeuta. “Yo me esfuerzo para tratar de no llegar a serlo y lo estoy consiguiendo".
Pepe habla con serenidad. “Pregúntame todo lo que quieras”, repite sonriendo. La detección precoz es fundamental a la hora de contener los síntomas y mejorar la calidad de vida. “Miedo
nunca, hay que ir al médico, como cuando tienes una gripe o un catarro, el miedo es no reaccionar ante algo así y no poner las medidas para retenerlo y que no vaya a más”. Es un hombre valiente.
“Hay muchas familias que no comunican el diagnóstico al enfermo, incluso algunos no quieren que vean el nombre del centro cuando los traen aquí”, explica Fisteus. “La palabra alzheimer es
tabú”.
En El Bierzo hay más de 2000 personas afectadas y cada cuatro segundos se diagnostica un nuevo caso de demencia en el mundo. La OMS calcula que en 2050 la cifra podría multiplicarse
por tres alcanzando dimensiones de epidemia. Actualmente, el centro de alzheimer de Ponferrada atiende a 65 personas, 12 en Bembibre y 10 en Fabero. Un equipo de profesionales que asiste a pacientes en diferentes fases de la enfermedad centrándose en las necesidades individuales de cada uno. "Intentamos conocer cuál es su proyecto de vida", cuenta Marta.
Detrás de cada número hay una historia. “Lo primero que le pregunté a la neuróloga fue ¿ y esto tiene cura? No, pero hay prevención y se pueden retrasar los síntomas". La investigación es la esperanza.