Cada zona, cada región, cada pueblo tiene su particular forma de hablar. Y hace 85 años, Verardo García Rey ponía sobre papel las peculiaridades y características del “habla berciana” en su libro ‘Vocabulario del Bierzo’. Una especie de “diccionario” en el que este militar e investigador de origen gallego, miembro de la Real Academia de la Historia, recopilaba toda una serie de palabras y expresiones que se utilizaban en la comarca, algunas de las cuales han pervivido y algunas personas aún siguen utilizando en la actualidad, aunque cada vez menos. Muchas otras palabras han caído en desuso, especialmente aquellas que estaban estrechamente vinculadas al trabajo en el campo y al cuidado del ganado.
Y es que ese es otro de los riesgos de la despoblación de las zonas rurales y del envejecimiento, que tampoco hay “relevo generacional” en el uso de nuestro rico y original vocabulario berciano. De la A de apiporrar (comer y beber excesivamente), asoballar (dominar, abatir) y atropar (juntar o reunir cualquier clase de cosas diseminadas) a la Z de zancarro (pierna sucia), zarabeto (tartamudo) o zoupada (caída fuerte).
Cientos de palabras que llenan sus páginas y ahora apenas se emplean, aunque algunas aún resuenan como la de baballón para referirnos a un baboso o balandrán para señalar a una persona desidiosa en el vestir y en todas sus acciones –esta utilizada comúnmente en Folgoso de la Ribera-. También se sigue utilizando la cachucha (cabeza del cerdo salada y curada al humo) o el chato -aunque ya pocos pidan el vino así-, igual que lambrión (glotón, zampón). Algunos menos sabrán lo que es un chito, palabra que algunos todavía emplean para referirse a un perro y que es mucho más berciano que chucho.
El libro recoge palabras y expresiones características de la comarca berciana.
Portada de 'Vocabulario del Bierzo' de Verardo García Rey, cuya primera edición es de 1934.
Entre ese vocabulario que recoge García Rey aparecen también términos como emburriar (empujar), engarabitar (encoger, subir a lo alto de los árboles), candaja (mujer chismosa, corretona, ligera), charrasca (navaja), fuyaco (rama y fruto del roble), feje (porción atada de leña), farfallón (chapucero), geito (cara o lado, buena o mala disposición de las cosas), gorgollón (borbotón), iñir (amasar), jabatazo (navajazo), jija (persona de pocas carnes), jostrapada (caída), labazas (residuos de comidas que se echan a los cerdos), lombo o lomba (parte convexa de un monte o cerro), lunanco (feto de la res muerta), mallar (majar), manfrodita (afeminado), martiecho (martillo) o metijón (curioso, entrometido).
El abecedario berciano sigue con la N de nube, para referirse al vino que no está completamente clarificado, y la Ñ de ñañaro que se empleaba en Molinaseca para señalar a un pelele. Más palabras curiosas como la pajarita del cerdo o el papón, forma más común de llamar al coco “que viene y se lleva a los niños” en los pueblos del Bierzo. Y así, se encuentra algún petiñoso (legañoso), porro (palo mayor de los dos que componen el manal y con el cual se desgranan los frutos), povisa (flor del chopo), rancollo (animal macho mal castrado), rañir (roer), repellar (encalar), ripiar (quitar o arrancar con la mano, de un tirón), sabugueiro (saúco), subiao (matorral lleno de zarzas), trafallero (persona que abarca mucho y hace mal los trabajos), tronera (buhardilla), uñir (uncir), velilla (turno), xantar (comer al mediodía), yeguau (castrón) y zamarro (ganado gordo, dispuesto para la venta).
“Una región natural, en el más amplio concepto”
Verardo García Rey aseguraba en su texto que faltaba por estudiar el Bierzo “en su vida autónoma, en su habla vernácula y en sus abundantes originalidades, para demostrar que la comarca berciana es una región natural en el más amplio concepto que la ciencia geográfica asigna hoy a esa expresión”. Así, destaca como en su investigación de campo, el testimonio oral de los “paisanos” sirvió para detectar “giros, voces, locuciones, frases y otras curiosidades” que les sirvieron para elaborar ese singular vocabulario. Un fenómeno lingüístico en el que el leonés y el gallego se dan la mano.
En este sentido, este estudioso señalaba “la línea del Sil” como el límite entre ambas influencias. Así, profundizaba en su fonética, morfología y sintáxis, haciendo un repaso a algunas de las peculiaridades del Bierzo Alto, del entorno de Molinaseca o del Bierzo Oeste, entre otros. Verardo García Rey no vio publicado su ‘Vocabulario del Bierzo’, inédito hasta 1934, cuando se cumplían tres años de su fallecimiento en Molinaseca. Fue el Centro de Estudios Históricos quien lo publicó póstumamente, al considerarlo de gran interés para ser incluido en su colección ‘Archivo de Tradiciones Populares’ y gracias al donativo de varios puertorriqueños y españoles residentes en Puerto Rico.