La iglesia de Rimor es una de las parroquias rurales de mayor interés por sus artesonados y bellas pinturas, algo inusual para una pequeña población. Además inicialmente se dedicó a Magdalena, pero en el 1691 pasó a rendir culto a San Jorge.
En el pequeño pueblo de Rimor, en el municipio de Ponferrada, se levanta una iglesia dedicada a San Jorge, cuyo culto no es frecuente en la comarca del Bierzo -solo hay otra en Pereda de Ancares-, y que destaca por su artesonado y las bellas pinturas que decoran su nave y su bóveda, por su relativa grandiosidad para esta aldea berciana que apenas supera el centenar de habitantes. Un templo “remozado” en los últimos años gracias a la restauración del tejado realizada por el Obispado de Astorga y la puesta en valor de su pórtico, con llamativas dovelas en dos colores, gracias a las aportaciones de la propia parroquia.
Probablemente es una de las iglesias parroquiales rurales del siglo XVIII de mayor interés, según apunta el historiador Vicente Fernández en 'Arquitectura religiosa en El Bierzo (S.XVI – XVIII)', que destaca el excelente estado de conservación de sus partes de cantería, como las paredes del atrio o la espadaña, que es la única en el Bierzo con cuatro huecos para las campanas y con dos galerías. También resalta la singularidad de la tribuna adosada a la pared y situada sobre el arco triunfal interior -como una especie de segundo coro-, a la que se accede por una escalera a través de la sacristía.
Desde ese discreto rincón se pueden observar de cerca las pinturas de la bóveda del ábside, con decenas de querubines y motivos florales, así como el sol y la luna dibujados sobre los cuadrales, mientras que del otro lado del arco, en la nave, los motivos son racimos de uva y pájaros, entre los que destaca uno dentro de una jaula. Así, este historiador también llama la atención sobre sus techumbres de madera, tanto en la capilla mayor como en la sacristía y la nave -único ejemplar de bóveda pintada de este tipo de toda la geografía leonesa-.
Este curioso templo cuenta con una sola nave de planta rectangular, con la sacristía adosada a la capilla mayor y en el lateral dos capillas abiertas, una para la pila bautismal y otra dedicada a San Pedro. El arco triunfal separa el cuerpo de la capilla mayor, como es tradicional en toda la arquitectura popular, con la particularidad de esa tribunilla, que los lugareños consideran un resto de una edificación anterior, que formaría parte de un antiguo monasterio. No es así, la documentación existente confirma su construcción en 1739, mientras que la tribuna vieja -a los pies del edificio- sí se trajo de la primitiva iglesia de San Jorge.
El pórtico oculto
También destaca su pórtico de piedra o 'portalejo' con cuatro arcos de piedra con antepecho y con sus poyos, cubriendo todo el espacio comprendido desde la sacristía al osario. Durante décadas estuvo oculto por esa “aberrante” costumbre del siglo pasado de repellar con cal o cemento los muros, que volvieron a ver la luz gracias al esfuerzo de la propia parroquia, que destinó 2.000 euros para dejar la piedra vista. “Limpiamos la piedra con agua y arena a presión y hemos descubierto unos arcos en los que se alternan piedra de un tono más terroso y otro más grisáceo, una serie de intercalaciones de piedra que conforma unos arcos muy bonitos y llamativos”, explica el párroco, Francisco Fernández.
Unos años antes, la intervención del Obispado de Astorga, en colaboración con la Diputación de León, permitió solucionar el problema de humedades y goteras que amenazaba sus pinturas con una actuación en la que se invirtieron unos 30.000 euros. “Se restauró la madera existente, que se ha mantenido porque era castaño muy antigua, y se sustituyeron otras que estaban muy deterioradas por madera nueva”, cuenta el cura, que añade que también colocaron un nuevo tejado aislante con pizarra rústica que, apostilla, “es la que permite Patrimonio”.
Su origen, la capilla de la Magdalena
Las primera mención a Rimor y a su parroquia de San Jorge data del año 1085, en el Tumbo de San Pedro de Montes. Pero esa referencia correspondería a una iglesia matriz primitiva, alejada de la población y próxima a la fuente de la Teja y el pago de las Moralvías, y el actual templo se levanta sobre los restos de la antigua capilla de la Magdalena, ubicada en el centro de la aldea. “Lo cierto es que desde el año 1691 la antigua ermita de la Magdalena se convertirá en la nueva iglesia parroquial, cambiando su nombre por el de San Jorge”, cuenta el historiador Vicente Fernández, que explica que ese templo se quedó pequeño y que el párroco, Francisco Antonio de Contreras, inició entonces la construcción de la nueva iglesia, que es la que se conoce en la actualidad, del siglo XVIII.
En el Archivo Histórico Provincial, el profesor José Diego Rodríguez Cubero también ha localizado referencias a esa antigua y primitiva iglesia de San Jorge. La primera se remonta al 12 de junio de 1546, cuando el cantero vizcaíno Pedro de la Cotera reclamaba 40.000 maravedís para terminar las obras en el edificio que había iniciado. “Que tengo hecho más de la mitad de la obra, como ellos ven por vista de ojos. Y que son obligados a darme 40.000 maravedís agora porque yo quiero trabajar en ella luego y tengo seis oficiales para acabar de hacer el edificio y obra de la iglesia”, escribe de la Cotera.
No debió haber entendimiento y un años después, un nuevo escrito confirma que “Pedro de la Cotera y Juan de la Cotera, son idos y se ausentaron de esta tierra y comenzaron la obra de la iglesia y no la mediaron ni acabaron, al tiempo que se les dio la obra, ellos dieron por sus fiadores que acabarían la iglesia”. Los apuntes sobre este antiguo templo finalizan con una última entrada en 1669, sobre la obra de carpintería de la capilla mayor. Así, la actual iglesia de San Jorge de Rimor se levantó sobre los restos de la ermita de la Magdalena, de la que apenas se conserva nada.
“Hasta bien entrado el siglo XVII se utilizaban las dos iglesias, pero a partir de finales de este siglo se usará únicamente la de la Magdalena. En el año 1691 se pasa la custodia hasta la Magdalena, al igual que las campanas, porque eran mayores y mejores que las de la ermita”, relata el historiador, que apostilla que ese mismo año ya se ordenó que la primera persona que falleciese ya fuese enterrada en el cementerio del nuevo templo, situado a su entrada, y que la tribuna vieja fuera trasladada también a este edificio religioso, que fue reconstruido totalmente en el siglo XVIII, siendo un nuevo refugio berciano para San Jorge.