La lucha silenciosa y ecológica por una 'resurrección' en Vilachá: La vida de la única 'resistente' en una aldea de Villafranca del Bierzo

Concepción, de 87 años, resiste en Vilachá, una aldea casi deshabitada al norte de Villafranca del Bierzo. Cada día lucha por mantener viva su vida, su huerta y la memoria de una población que se apaga por el olvido de las instituciones

La lucha silenciosa de una mujer por no dejar morir a Vilachá, la aldea 'fantasma' de Villafranca del Bierzo
20 de Abril de 2025
Actualizado: 20 de Abril de 2025 a las 13:23
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La lucha silenciosa de una mujer por no dejar morir a Vilachá, la aldea 'fantasma' de Villafranca del Bierzo

 

Sumergido en la profundidad de las montañas del Bierzo, donde los caminos se estrechan y la señal del teléfono se desvanece, Concepción, de 87 años, mantiene viva la aldea de Vilachá, una pequeña población ubicada a las faldas de Landoiro, perteneciente al municipio de Villafranca del Bierzo. Ella es una de las pocas personas que aún reside de forma permanente en este enclave rural, donde antaño vivieron varias familias y hoy apenas quedan dos o tres vecinos.

"Aquí nací, aquí he vivido prácticamente toda mi vida, y mientras pueda valerme por mí misma, de aquí no me muevo", afirma Concepción. Su casa, restaurada con la ayuda de su hijo Jesús, que vive en Barcelona y regresa siempre que puede, es un testimonio vivo de resistencia y apego a la tierra. La vida en estas áreas rurales no es fácil: no hay transporte público, la asistencia sanitaria está a varios kilómetros y los caminos apenas reciben mantenimiento. "Antes venía un taxi una vez a la semana para subirte y bajarte a Villafranca. Por supuesto, si quieres ir al médico, tienes que buscarte la vida", lamenta.

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La lucha silenciosa de una mujer por no dejar morir a Vilachá, la aldea 'fantasma' de Villafranca del Bierzo


Vilachá es una pequeña aldea de la comarca de El Bierzo, caracterizada por sus núcleos rurales dispersos y con una notable pérdida de población en las últimas décadas. Se encuentra próxima a otras localidades como Puente de Rey y el propio Landoiro. La falta de servicios esenciales, como transporte regular, asistencia médica cercana o infraestructuras adecuadas, ha sido uno de los factores determinantes en el progresivo abandono de estas localidades. Vilachá, como muchas otras aldeas del municipio, refleja los desafíos que enfrentan los entornos rurales hoy en día. A pesar de ello, vecinos como Concepción continúan resistiendo, manteniendo vivas las tradiciones y el patrimonio cultural de la zona.

A sus casi 88 años, Concepción mantiene una huerta ecológica que trabaja sin maquinaria, solo con herramientas manuales. Cultiva repollos, guisantes, ajo puerro y otros productos de temporada. “Me gusta mucho arar”, dice, con la misma sencillez con la que explica que alguna vez tuvo ovejas, pero ya no las puede cuidar: “Se me escapaban y no las encontraba” bromea. Su día a día transcurre entre tareas del campo, pequeños arreglos en casa y la contemplación sosegada del monte que la rodea.

Pero la tranquilidad de Vilachá también esconde una oscura realidad. Jesús, su hijo, denuncia el abandono institucional de la zona. "Pusimos un cartel de 'Prohibido tirar residuos' porque venían a dejar basura como si esto fuera un punto limpio. Incluso han tirado muebles y escombros muy cerca de nuestra casa. Hay una gran pasividad por parte del Ayuntamiento" comenta preocupado. También critica la falta de apoyo para quienes, como su madre, eligen quedarse en este tipo de zonas. "Si quieren que la gente viva en los pueblos, deberían facilitar las cosas, no poner trabas. Aquí no hay depuradora, ni fosa séptica. Todas estas cosas las hemos tenido que instalar nosotros" explica.

Jesús recuerda cómo era el lugar donde ha pasado gran parte de su vida: "Mi abuelo vivía aquí con sus tres hermanos. Cada familia tenía hijos, animales, tierras. Había vida. Ahora estamos casi solos". La escuela más cercana era la de Puente de Rey, donde estudiaban los niños de la zona. Hoy, esos niños ya no están, y las aulas están vacías. Las casas vacías, los caminos sin limpiar y un horno comunal en desuso son testigos silenciosos de lo que fue. En otro tiempo, aquí vivían varias familias, con hijos, animales, y una comunidad que respiraba al mismo ritmo.

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La lucha silenciosa de una mujer por no dejar morir a Vilachá, la aldea 'fantasma' de Villafranca del Bierzo



Vilachá y otras aldeas de la comarca del Bierzo sufren desde hace décadas un progresivo despoblamiento. Según datos recientes, más de 46 pueblos tienen menos de diez habitantes y al menos siete están completamente deshabitados a lo largo del territorio berciano. Municipios como Barjas, Balboa o Vega de Valcarce concentran una buena parte de estas aldeas en riesgo de desaparición.
Esta aldea forma parte del conjunto de núcleos rurales que caracterizan la zona, muchos de los cuales han experimentado un notable descenso demográfico en las últimas décadas. La falta de servicios básicos, como transporte público regular, asistencia sanitaria cercana y mantenimiento de infraestructuras, ha contribuido al abandono progresivo de estas localidades.

Villafranca del Bierzo, cabecera municipal, conserva una gran riqueza histórica y cultural, siendo punto clave del Camino de Santiago. No obstante, su atención se concentra en los núcleos más poblados y turísticos, mientras aldeas como Vilachá continúan sumidas en el olvido administrativo. La desconexión entre los centros urbanos y estas pequeñas comunidades se hace cada vez más patente.
 A pesar de todo, Concepción no pierde la sonrisa ni las ganas de seguir cuidando su tierra. "Aquí estoy bien. Estoy tranquila. Esta es mi vida". Mientras ella siga arando la tierra, mientras Jesús siga subiendo desde Barcelona para ayudarla, Vilachá seguirá albergando luz.

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La lucha silenciosa de una mujer por no dejar morir a Vilachá, la aldea 'fantasma' de Villafranca del Bierzo



Tanto ella como su familia no necesitan lujos, simplemente una atención acompañada en el tiempo. “Tengo mi tierra y mis animales. Trabajo la huerta, mantengo todo como puedo. No quiero irme”, dice con serenidad, con la misma firmeza con la que ha enfrentado inviernos duros, soledad, abandono y burocracias ciegas.

Cada mañana, cuando abre la puerta de su casa y pisa la tierra que la ha visto crecer, no solo está empezando un nuevo día: está defendiendo una forma de vida. Su esfuerzo no es grande en apariencia, pero encierra un valor inmenso. Concepción no solo cuida su huerta; cuida la memoria del Bierzo rural, la dignidad de quienes no salieron en busca de otra vida porque esta les bastaba. Una aldea con 88 años de memoria viva. Una mujer que se resiste a que su pueblo se borre del mapa.

 

 

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