Onamio, un pueblo con el corazón hueco. Del suelo de hierro, al socavón

Onamio ultima con la propietaria del Coto Wagner una solución a la amenaza permanente de hundimientos en el pueblo tras el cierre de la mina de hierro sobre la que se asienta.

11 de Agosto de 2013
Actualizado: 21 de Septiembre de 2014 a las 11:22
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Han pasado más de 30 años desde que la Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP) cerrara las minas de hierro del Coto Wagner, pero las consecuencias de la extracción de mineral durante décadas siguen marcando el día a día de los vecinos del pueblo de Onamio (Molinaseca), que “flota” sobre cuatro kilómetros de galerías y convive con decenas de hundimientos y socavones –algunos llegan a alcanzar los ocho metros de diámetro-. “No podemos decir que esto este parado, el terreno está ahí y hay unas oquedades que se van agrandando y cualquier día aflora a la superficie con el peligro que ello supone, no sabemos dónde ni cuándo, pero sabemos que puede ocurrir”, advierte el secretario de la junta vecinal, Luis López.

Los vecinos exigen soluciones a la empresa propietaria, Coto Minero Cantábrico (CMC), para vivir y poder pasear tranquilos. Con ella han mantenido varias reuniones, la última el pasado mes de julio, y las expectativas son buenas. “La empresa está en buena sintonía aunque muy lenta y remolona”, puntualiza López, que cree que las negociaciones “van por buen camino” y que conseguirán sacar adelante las peticiones del pueblo “que son mínimas”. Unas medidas que pasarían por vigilar periódicamente los hundimientos, rellenar una decena de socavones que afectan al propio pueblo, al poblado de la MSP –construido para alojar a los trabajadores de la mina- y sus inmediaciones y que ahora sólo están cercados.

Además, también piden que se vallen y señalicen otros tantos que están algo más alejados. “Hay hundimientos que no se han rellenado, están cercados y quisiéramos que se rellenaran, por lo menos la zona que comprende el pueblo, el poblado de la MSP y las inmediaciones, y los que hay más allá, creemos que es suficiente con que estén cercados y señalizados para que no haya peligro para los habitantes y visitantes”, insiste López, que también reclama a CMC la cesión “a perpetuidad” de los terrenos que la empresa tiene alrededor del poblado para “ajardinarlos, crear una zona de recreo e incluso algún equipamiento”.

“Son asequibles y creemos que no podemos renunciar a ellas”, valora el secretario de la junta vecinal, que destaca que ya están tramitando la variación de un camino, que da acceso a varias fincas y viñas, por el riesgo inminente de hundimiento, ya que discurre al lado de uno de esos socavones. Para ello, los vecinos han cedido los terrenos gratuitamente y Coto Minero Cantábrico ha elaborado el proyecto y ahora sólo queda recibir las autorizaciones del Ayuntamiento de Molinaseca, la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil, Medio Ambiente y la Dirección General de Minas, ya que el nuevo trazado cruzará una zona del filón de hierro que aún no está explotada.

Un riesgo permanente

El riesgo de hundimiento de este camino ya estaba recogido en los informes realizados hace unos cuatro años por la Junta y por otro paralelo elaborado por CMC. Ambos estudios advierten de la existencia de una serie de oquedades a distintas profundidades que, alerta López, “tarde o temprano van a ser nuevos hundimientos” y por ello deberían estar vigiladas periódicamente. “Habría que renovar el estudio para ver cómo es el comportamiento de ese terreno”, añade, “porque la experiencia nos enseña que después de décadas de haber parado la actividad de la mina siguen los hundimientos y repisan los socavones que han sido rellenados”. Ese es el caso de uno ubicado en una de las calles del pueblo que, con varios metros de diámetros, obligó en 1986 a derruir una cuadra aledaña por la inestabilidad del terreno y que ha provocado problemas con las canalizaciones de agua y alcantarillado, que rompen al no apoyar sobre un terreno firme y estable.

Y es que un simple paseo por el monte de Onamio demuestra la magnitud que tuvo la explotación del Coto Wagner, unos de los pilares del sueño de Julio Lazúrtegui de convertir al Bierzo en una segunda Vizcaya. El filón de hierro, que viene desde Galicia y llega hasta la zona de Astorga, cruza el pueblo y es visible en varios puntos, como si fuera un desfiladero, un corte vertical de gran profundidad y que también constituye un riesgo, ya que nada alerta de que el terreno acabe tan abruptamente.

Entre pinos y robles se descubren partes de la mina que se han hundido y que dejan a la vista las cámaras de dónde se extraía el hierro -entre lo que se denomina techo y el muro de la capa-, en cuyas paredes todavía se pueden observar los agujeros o galerías que servían para pasar de una cámara de otra, atravesando el ‘macizo’ que las separaba.  “Explotaban hasta llegar arriba, al recubierto y dicen que dejaron algo de la capa de mineral para que la superficie estuviera estable pero parece que en un determinado momento empieza a desprenderse hasta que se produce el socavón y el hundimiento”, explica López.

Con reservas

En sus buenos tiempos, cada 23 segundos salía del Coto Wagner un ‘balde’ con una tonelada de hierro a través del teleférico hacia el cargue de San Miguel de las Dueñas, desde cuya estación de ferrocarril era distribuido, destinándose al principio principalmente a la exportación. Así, la firma alemana ‘Friedrich Krupp Hüttenwerke AG’ recibió en 1954 el primer pedido procedente del puerto de Vigo. En ese año arrancó la actividad en esta explotación, aunque la concesión había sido adquirida por la MSP en 1918 y, tras varios años de trabajos preparatorios, en 1948 se perforaba por fin la galería principal.

Después fue la Empresa Nacional Siderúrgica Sociedad Anónima (Ensidesa) –germen de lo que fue Aceralia-  su principal cliente  y a principios de los años 70 adquiría la mitad del hierro que salía del subsuelo de Onamio. La crisis y la decisión de Ensidesa de comprar el mineral en el extranjero supusieron el principio del fin del Coto Wagner a principios de la década de los 80, cuyos trabajadores fueron trasladados a otras instalaciones de la MSP y sus minas cerradas. Después la explotación pasó a manos del empresario Victorino Alonso, tras hacerse con la Minero a finales de 1994.

Pero hoy en día, Onamio todavía guarda en sus entrañas unas importantes reservas de hierro que, según el sondeo realizado por una empresa de Rio Tinto, serían de unos 400 millones de toneladas de este mineral. La leyenda del Coto Wagner marcó y sigue marcando la vida de este pueblo, que puede decir que tiene un corazón hueco, pero aún lleno de hierro.

Vista completa de la localidad de Onamio César Sánchez/ICAL Vista completa de la localidad de Onamio César Sánchez/ICAL

César Sánchez / ICAL César Sánchez / ICAL

Una de las zonas peligrosas por posibles hundimientos en la localidad de Onamio C.Sánchez/ICAL Una de las zonas peligrosas por posibles hundimientos en la localidad de Onamio C.Sánchez/ICAL

 El secretario de la Junta Vecinal de Onamio, Luis López, indica los hundimientos que afectan al pueblo y sus alrededores. C. Sánchez/ICAL

 Una de las zonas peligrosas por posibles hundimientos en la localidad de Onamio C.Sánchez/ICAL Una de las zonas peligrosas por posibles hundimientos en la localidad de Onamio C.Sánchez/ICAL

Hundimientos en la localidad de Onamio C.Sánchez/ICAL Hundimientos en la localidad de Onamio C.Sánchez/ICAL