La pasión por la ropa a medida, el trabajo laborioso, pero cuidado; las telas escogidas a conciencia y con mimo; y el reinventarse, esas podrían ser las premisas de las dos sastrerías que se mantienen firmes en Ponferrada. Dos negocios que vivieron su apogeo cuando la capital del Bierzo era la 'ciudad del dólar', otros tiempos en los que la industria textil no llevaba los nombre de grandes marcas ni conglomerados, y donde vestir de traje o tener uno para las fechas marcadas, era algo común.
El oficio de los sastres hace años que vivió su gran auge, sin embargo, en Ponferrada todavía quedan dos vestigios de ese pasado 'bien vestido' que aguantan como referentes del sector. Se trata de la Sastrería Olego y la Sastrería Marlo, ambos negocios regentados por la segunda generación de sastres que siguen apostando por el trabajo a medida.

Alberto Olego, recogió hace más de 20 años la aguja e hilo de su padre, Jesús Olego, fundador y primer sastre de Sastería Olego. Pero la capital berciana no fue la primera ubicación del negocio de Jesús, y es que sobre 1960 abrió la sastería en su pueblo, Lago de Carucedo, un lugar de paso perfecto en la época, y es que la empresa nacional estaba haciendo la red de pantanos, por lo que había mucha actividad en la zona.
"Había mucha actividad laborar, pese a ser un pueblo pequeño, pasaba mucha gente, muchos obreros, y durante 5 o 6 años hubo suficiente actividad como para mantenerse allí. Cuando se acabó el proyecto de la empresa nacional, emigró a Barcelona y estuvo 10 años en Barcelona, hasta que regresó a Ponferrada en el 1972", detalla Alberto. Así, después de recorrer y aprender en otras zonas de España, Jesús regresó al Bierzo para establecerse en el número 18 de Mateo Garza.
También la primera ubicación de la Santería Marlo fue distinta a la actual. En 1960 Felipe Álvarez abrió la tienda en el Valle de Finolledo (Vega de Espinareda), fue un lugar habitual para jugar y aprender para Javier Álvarez, hijo y actual sastre de Marlo. "Empecé planchando, porque me gustaba jugar, y después aprendí y me quedé aquí", explica el titular del local de la calle Real, 49.

Evolución de las sastrerías
Las sastrerías han visto pasar muchas modas y maneras de concebir los trajes. Hace 50/60 años, o incluso más, vestir de traje en muchos oficios era habitual, de ahí que las sasterías tuviesen muchos pedidos y encargos, y es que no había una industria textil como la actual con tiendas donde ir a comprar estas piezas de vestir.
Además, de las personas que usaban traje para sus trabajos, quienes no lo hacían tenían el conocido como "traje de los domingos", que por supuesto, era también obra de sastres.
Sin embargo, la situación actual es muy distinta por las grandes superficies que ofrecen este tipo de prendas. Es por ello que el tipo de clientes que tienen ahora las sasterías tiene un perfil mucho más específico y con demandas concretas que hacen que el cliente acuda a estos negocios casi en extinción.
"La gente que viene quiere cosas muy específicas o muy personalizadas, telas muy concretas, gente casi muy esnobista que quiere una cosa muy peculiar que sabe que no va a encontrar en la industria, entonces busca que alguien se la haga ad hoc", explicaba Alberto Olego.
Por su parte, Javier Álvarez reconocía que "en 1960 había mucha gente que solo vestía de sastrería, ahora la gente que viste de sastrería es gente con complexiones o muy grande o muy pequeña. Lo que sí hacemos ahora es reparar muchos trajes, largo de manga, largo de pantalón, bajos... y hacemos de todo. Desde un pantalón hasta una túnica de Nazareno."
Cliente de hoy
Así, ambos sastres que reconocen que el principal mercado que tienen es el de las bodas.
"Viene gente de todos lados, el sábado vienen de Madrid, Valladolid, Gijón, Oviedo... Y algo que hacemos mucho y que funciona es el traje igual para el padre, el novio, y el hijo. Cuando se casa gente que tiene niños de 4/5 años, quieren que el niño y el padre vayan con el mismo traje. El chaqué para el padre lo tienes en cualquier sitio, pero el chaqué para el hijo igual que el padre, no lo hay, es imposible. Y he de decir que da más trabajo el chaqué del niño que el del padre", bromea Javier Álvarez.
La Sastrería Olego coincide en que las bodas ocupan gran parte de su cartera de clientes, si bien desde hace 5/6 años las graduaciones de instituto y universidad comienzan a ganar terreno. "Hay ciertos padres, que son clientes, y que traen a sus hijos para que se hagan su primer traje para la graduación. Esto es algo que hace 8 años no pasaba, no había, es un nuevo evento que está en auge y que se nota. No quedan muchas sastrerías, entonces para la gente que está interesada no le importa desplazarse. Viene gente de fuera, de León, Madrid, Gijón, Coruña..."

Encargos más difíciles
Otro de los filones más demandados para los sastres son los encargos con algún tipo de excentricidad o diferencia dentro del traje. Después de tantos años al frente de sus respectivas sastrerías, ambos recuerdan muchos pedidos que hicieron que se "rompiesen la cabeza".
Alberto recuerda ciertas prendas que "por la anchura de los pantalones, tipos de bolsillos de la americana, fuelles en la espalda...", le resultaron especialmente laboriosos. "Cosas que no son habituales y te las tienes que ingeniar para hacer lo que te piden".
Por su parte, Javier destaca un trabajo que recordará siempre, el más complicado para él aunque no por lo que a priori se podría pensar. "El más difícil fue un señor de Santa Coloma que era muy grande. Para hacerse una idea, un traje medio son 3,5 metros o 4 metros de tela con el chaleco. Para este hombre me llevó 11 metros de tela, hazte a la idea de como era, le quedó bien y él quedó contento", recuerda ahora con gracia.
Sin embargo, pese a estos encargos, ambas sastrerías se encuentran con 'un patrón' muy difícil, el del relevo generacional. Lamentan con gran pesar que ellos serán quienes den la última puntada en sus tiendas. "Otra generación que trabaje como nosotros no va a venir, porque tengo muchos amigos en Madrid, y aquello que es la cuna porque es donde más movimiento económico hay, tampoco tienen relevo", lamentaba Alberto Olego.

Reinventarse
Pero si algo caracteriza a estos sastres es su valía a los mandos de sus tiendas, y es por eso que han conseguido renovarse y adaptarse a los nuevos tiempos y las nuevas demandas para seguir abiertos.
Javier Álvarez implementó hace unos años una máquina de bordados que cose, por ejemplo, los escudos de Semana Santa; pero también se han especializado en lo medieval, por contradictorio que parezca, han vuelto al pasado para continuar en el presente. "Hacemos el traje de guerrero o de monje para la Noche Templaria. Pero también hacemos encargos especiales para amantes de lo medieval. Hicimos un traje muy bonito para un señot que se casaba de medieval y quedó muy bien."
Olego en su caso, ofrece la posibilidad de, además de elegir la tela del traje, poder elegir también un forro completamente personalizado. "Una fotografía, lo que sea, se imprime y la lleva en el forro. El otro día entregué un forro de Batman porque al chaval le gusta Batman. Además, su padre es muy leonés y lleva un cuadro impresionista de Ordoño en su forro. Este tipo de cosas que son un aliciente más para quien le gusta la personalización".

Sastrería Marlo. Javier Álvarez

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Sastrería Olego. Alberto Olego

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