Muchos se lo preguntan y sí... es la misma. Cuca lleva 45 años asomada a su particular mirador en la calle Sierra Pambley, en pleno corazón de Ponferrada. Es una vecina más del barrio de La Puebla que ya está viendo a aquellos niños "convertidos en padres, que ahora vienen con sus hijos a saludarla". Es una mirada intergeneracional tras el escaparate de la reconocida Pajarería Valín en un principio, que fue Nieves después y ahora Petconsult. Y es que Cuca también ha visto pasar ya a dos generaciones de cuidadores y a muchas más mascotas que han sido atendidas ante su pico. Como esos coches viejos que ahora son eléctricos, y esas modas de los 80 que también pasaron ante su casa.
En medio del bullicio cotidiano de un barrio del centro de Ponferrada, la Clínica Veterinaria Petconsult (antigua pajarería Nieves), esconde un secreto muy especial. No paga impuestos, ni necesita padrón. Tampoco se va de vacaciones, pero todos la conocen y la consideran una vecina más. Su nombre es Cuca, una cacatúa de 45 años. Berciana de adopción, esta ave ha compartido su vida con vecinos, dueños de negocios y generaciones de niños que crecieron saludándola al pasar, pero sobre todo se ha convertido en un familiar más para Nieves Fernández y su hija Chus Vega, dueñas del local.
"Ella no se vende, es de la casa" comenta Nieves entre risas. Aunque la cacatúa llegó al Bierzo para ser vendida, una serie de circunstancias provocaron que se quedara para siempre. Con apenas seis meses, Cuca fue adquirida en una feria en Barcelona, procedente de Vilassar de Mar. "Por aquel entonces, el local funcionaba como una pajarería, y la intención inicial era simple: venderla" recuerda Nieves. Pero como tantas veces ocurre en la vida, lo planeado dio paso a lo sentimental.
Desde su llegada, Cuca despertó el interés de muchos curiosos, pero su excesivo coste, cercano a las 100.000 pesetas, unos 600 euros, provocó que nunca tuviera opciones reales de abandonar el negocio familiar. Después de 15 años junto a Nieves y a Chus, esta bonita historia estuvo a punto de escribir su final. "Un día vino un mago con la idea de llevársela para sus espectáculos", explica Nieves. "Traía una bolsa para meterla dentro. Nada más verla, me entró una angustia tremenda. Le dije que si no venía con un transportín adecuado, no se la podía llevar. Y ahí decidí: no se vende. Desde entonces, aquí se quedó".

Cuca no habla —a pesar de sus dueñas sí esperaban que lo hiciera— pero comunica como pocas. Tiene gestos, estados de ánimo y una memoria social que sorprende a quienes la conocen. Con los años, Cuca ha ido ganándose el corazón de todos. La tienda, que dejó de ser pajarería hace ya años, sigue recibiendo visitas solo por ella. Niños, adultos, antiguos vecinos... todos quieren ver a la cacatúa que ha sido testigo de tantas etapas de sus vidas. "Hay quien viene solo para saludarla. Incluso niños que la veían al salir del colegio, ahora vienen con sus hijos. Se ha convertido en un símbolo del barrio", explica Nieves. “Mucha gente pregunta si compramos otra, pero la respuesta sigue siendo la misma, es la Cuca de siempre".
Al contrario de lo que podría parecer, su personalidad es fuerte, con carácter, incluso algo temperamental. "Mi hija siempre dice que tiene el mismo genio que yo", bromea Nieves. Y no es difícil creerlo, Cuca sabe perfectamente quién le cae bien y quién no, y no duda en demostrarlo. "Si no le caes bien el primer día, olvídate. No hay segunda oportunidad", comenta su cuidadora. Este nivel de empatía y reconocimiento va mucho más allá de lo esperado en un ave. Para sus propietarias, el ave entiende la energía de las personas, y reacciona según eso. “No le gustan los movimientos bruscos, la gente que habla demasiado o los que se acercan con demasiada energía. Ella pone sus límites, y si no los respetas, chilla o te tira la comida" describe Nieves mientras le suministra una hoja de lechuga.
Cuca no solo siente y reacciona. También tiene hábitos definidos que ha mantenido durante años. Se asea con meticulosidad, hace gimnasia cada mañana y trabaja —sí, trabaja— deshaciendo madera. "Un vecino carpintero, que la conoció de niño y ahora es adulto, le trae tacos de madera para mantenerla entretenida. Se pasa horas rompiendo la madera. Busca la veta y la trabaja. Es su forma de mantenerse ocupada", dice Nieves mientras la observa cariñosamente. La conexión entre Nieves y Cuca es palpable. Se entienden, se cuidan y se respetan. “Ella me abre el ala para que la bañe, sabe lo que le digo, cuando se mancha se deja limpiar. A veces, incluso, siento que me echa la bronca”.

La cacatúa, que permanece en el interior de este negocio familiar desde hace cuatro décadas, también ha adquirido muchas de nuestras costumbres, sin excepción a la siesta "Cuando acaba de trabajar se toma una cabezadita a la hora de comer. Duerme con un ojo medio cerrado y una pata recogida, pero siempre atenta a lo que ocurre alrededor" relata Nieves.
La vida de tienda no siempre es tranquila. la 'mascota de la familia' odia los paquetes y por ende también a los repartidores. “Da igual como sean no puede con ellos" sentencia Nieves. Además de esta manía por los bultos, Cuca también es enemigo de los coches en 'doble fila' y de las fiestas que se producen en el barrio "Siempre que hay fiestas, le dejan vasos enfrente del escaparate y la molestan y claro ella se enfada" cuenta Nieves mientras la tranquiliza porque un coche ha aparcado cerca del local.

Entre las numerosas cualidades de esta vecina tan especial no destaca el vuelo, ni mucho menos el aterrizaje. "Las veces que se escapa por el local se choca contra todo. Una vez me quiso aterrizar en la cabeza y la tuve que envolver en una chaqueta para meterla dentro de la jaula otra vez. No le dí opción" bromea Chus, hija de Nieves y encargada actualmente de la clínica veterinaria.
A día de hoy Cuca se ha convertido en el alma de la tienda. Y aunque ya no hay más animales en el local —por cambios en la legislación y en la conciencia sobre su tenencia— ella permanece como símbolo de una época, un hogar y una comunidad. Cuca no solo ha sobrevivido al paso del tiempo: lo ha enriquecido. Y Ponferrada, sin buscarlo, ha ganado en ella a una vecina peculiar que observa, reacciona, trabaja, se enfada, se deja querer y, sobre todo, permanece, porque "ella no se vende, es de la casa".

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La cacatúa intergeneracional que es emblema vecinal del centro de Ponferrada

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