
La verdad es que ha quedado espectacular; las cosas como son. No hay en la memoria imagen de otra Ponferrada así de engalanada para las fiestas de Navidad. Al César lo que es del César.
Luego siempre es cuestión de perspectivas. Que si es un derroche; que si la ciudad tiene otras necesidades para destinar ese gasto, o que hasta es para algunos una insensibilidad tanto brillo tras el luto nacional por la Dana.
Lo cierto es que es bueno para el comercio, para el ocio gastronómico, y hasta para el alma. Reconforta la verdad ver el 'faro' navideño de la torre de La Encina, esa esplendorosa calle del Reloj, el juego de bolas entre los torreones de entrada al castillo, o la plaza de Lazúrtegui y avenidas del centro.
La ciudad compite como destino de visitas navideñas y se puede hacer de ello una referencia, y el gasto comienza a ser inversión.
Ahora bien, cuando todo esto pase, el contraste va a ser mucho mayor. Y los que estamos aquí vemos cómo desde el Pajariel se atisba una ciudad un tanto más oscurecida. Brillamos desde dentro, hacemos ese esfuerzo... pero desde fuera siguen apagándonos Ponferrada. Con esa oscuridad sin autovía a Ourense (y por tanto a Vigo), esa fría oscuridad de la autovía Ponferrada-La Espina (Asturias), aquel proyecto oscurecido de la Alta Velocidad ferroviaria por el Manzanal que permita alumbrar un eje de mercancías y pasajeros, ese oscuro agujero que se va en el solar del viejo Carrefour que nos iban a urbanizar en pleno centro de la ciudad.
Lo pinta nuestro dibujante de cabecera, Daniel Buitrón. Vamos a disfrutar de una Ponferrada que luce merecidamente preciosa en Navidad. Pero debemos ir poniendo luces de esas que nos harán visibles durante el resto del año.
