En ocasiones los territorios 'abandonados' también sabemos alzar la voz, o como en esta ocasión lo requiere, tender la mano.
Brazos fuertes que hunden la pala en el barro, botas de pasos pesados en garajes y sótanos anegados, y espaldas que cargan cubos de una voluntad inequívoca para recobrar cuanto antes la imagen de "un sitio normal".
Pero aquí ya nada será lo mismo. Hay que tener una circunstancia que permita llorar como se merecen a los muertos, recuperar el aliento, reconstruir todo lo que se llevó la riada, canalizar la memoria de este horror; y también entonces reclamar las responsabilidades políticas que toquen. Entonces debe ser un clamor, una riada desde toda España. Ya debería bastar con recordarles la vergonzosa imagen de estar echándose el cubo de agua al rival político en estos momentos, mientras todo ocurre.
El Estado no está fallido, la clase política está enferma de politiquisis, cuyo virus originario es la pervivencia extrema, a cualquier precio, en el cuerpo del poder.
Sea como fuere, y precisamente olvidados de esa voluntad política, el convoy de brazos, piernas y manos para esas palas, botas y cubos, ha tendido un puente desde El Bierzo -como del resto de territorios del país- hacia el levante.
Desde un territorio en el extremo de la meseta, de la España olvidada y machacada, para demostrar que seguimos aquí.
Hemos ido contando en las noticias cuántos ciudadanos anónimos han cogido carretera y manta. Ellos deben saber que a vuestras manos de la España olvidada, ellos, los que importan, YA NO OS VAN A OLVIDAR.