El arqueólogo Feliciano Cadierno continúa su cruzada para poner en valor y proteger las pinturas rupestres del Bierzo y ya ha identificado alrededor de 900 figuras esquemáticas, algunas inéditas.
El Bierzo esconde en inaccesibles abrigos rocosos y cuevas centenares de dibujos de arte rupestre la huella de un hombre prehistórico que ha resistido el paso de miles de años y que aún está por descubrir. Un tarea a la que ha dedicado los últimos años el arqueólogo Feliciano Cadierno, de la Universidad de Valencia, que ya tiene contabilizadas alrededor de 900 figuras, muchas de ellas inéditas, y que continúa a la búsqueda de nuevos yacimientos en León que se sumen a los ya conocidos de Sésamo, Librán, San Pedro Mayo y Castrocontrigo -esté último en la zona de La Valdería-.
“Hay muchos más sitios donde puede haber pinturas rupestres pero hace falta tiempo para ir a buscar y mirar porque suelen estar en recodos bastante inaccesibles y peligrosos, a los que sólo se puede llegar en verano y yo veo muchas posibilidades de encontrar algo en lugares como todo el valle del Cúa, del Sil y también en la zona de Torre del Bierzo y Ancares”, explica Cadierno. Lamenta que muchos dibujos que ya han sido localizados, y que incluso hay fotografías de ellos en el Museo de León, no aparecen en la carta arqueológica ni en el listado de Bienes de Interés Cultural, por lo que “están totalmente desprotegidos”.
“Sólo en yacimientos como el de Sésamo cada vez que vas te encuentras cosas nuevas, imagínate todo lo que puede haber perdido en los montes de la comarca”, apostilla este experto, natural de Vega de Espinareda y que está realizando su tesis doctoral en Valencia -dentro del programa de Arqueología de la Península Ibérica-, dirigido por el catedrático de Prehistoria de la universidad valenciana, el reconocido Valentín Villaverde, y codirigido por el profesor de la Universidad de León, José Luis Avello.
El mayor de los yacimientos conocidos es el de Peña Piñera, en el pueblo de Sésamo, donde en su momento se catalogaron 352 figuras, a las Cadierno ha sumado otras “ciento y pico” que ha localizado en sus diferentes incursiones en busca de estos enigmáticos dibujos sobre los que aún hay muchas incógnitas. Así, se ha localizado un nuevo yacimiento, una pequeña cueva con pinturas rupestres en Fabero que se encuentran en muy buen estado de conservación, como es el caso también del estado de los dibujos que guardan tres abrigos rocosos en Librán.
Más delicada es la situación de las pinturas de Castrocontrigo, a las que sí afectó el gran incendio que arrasó 11.724 hectáreas en 2012. “Es el más pequeño y su estado de conservación es malo, terrible, y el fuego que hubo en la zona también afectó a las pinturas, hay cinco dibujos que son inéditos, que no están catalogados en Castrocontrigo y que sólo he podido ver utilizando medios informáticos porque in situ están bastante cubiertos con el hollín del fuego”, puntualiza Cadierno.
De antropomorfos a soliformes
“En León en general tenemos todos los motivos pictóricos que hay en España en arte esquemático”, destaca el investigador, que enumera de antropomorfos a soliformes pasando por zoomorfos, símbolos lineales, curvados, digitaciones, escenas de pastoreo y de caza, entre otros dibujos. “Por ejemplo, soliformes en Peña Piñera no había constatado ninguno y yo he encontrado dos soliformes inéditos y también antropomorfos, hasta de cinco tipos, con tamaños y calidades variadas, algunos armados”, añade.
En cuanto a su antigüedad, Cadierno explica que antes este tipo de arte esquemático se atribuía a la Edad de Bronce pero en la actualidad se están haciendo nuevas investigaciones, sobre todo en Madrid con “dataciones directas”, que apuntan a que su origen es anterior, en el Neolítico.
“Estaríamos hablando del año 5.000 antes de Cristo, aproximadamente, y tendría vigencia desde esa época hasta fácilmente el año 1.000 antes de Cristo”, puntualiza. Así, con la Edad de Bronce finalizaría todo este tipo de arte esquemático que arranca en el Neolítico medio, con pinturas esquemáticas que también tienen paralelos en cerámica, algunos dólmenes y monumentos megalíticos.
Según las investigaciones de Cadierno, estas pinturas podrían ser marcadores de caminos en algunos casos y, en otros, serían claramente lugares de culto como las de Librán, cuyos soliformes están orientados a los equinocios. “De hecho, el soliforme de Librán tiene una apertura muy pequeña que lo ilumina durante los equinocios y solsticios”, apostilla el arqueólogo, que espera que su trabajo sirva para animar a las administraciones a proteger este tipo de arte.
“Están al aire libre y eso les ha afectado y les ha dañado, pero más les ha afectado y les ha dañado el hecho de ser descubiertas y que la gente vaya a verlas sin ningún tipo de coto ni protección, que han destruido buena parte de ellas, por ejemplo, en Piñera alrededor del 80 por ciento de las pinturas están dañadas o con arañazos, las que más sufren son las más conocidas y deberían ser protegidas”, valora.
El objetivo de su tesis, explica, es hallar respuestas sobre el origen y motivo de este tipo de arte y catalogar el máximo de pinturas posibles antes de que sufran daños “irreversibles”, tanto por cuestiones climatológicas como por la acción del ser humanos. “Que se animen a valorar más este tipo de arte que está olvidado y protegerlo en la medida que se merece, ya que la la Ley de Patrimonio de Castilla y León dice que toda pintura rupestre es Bien de Interés Cultural por el mero hecho de existir y se merece la máxima protección”, apunta Cadierno.
Origen de una pasión
La pasión de Cadierno por estos curiosos y misteriosos dibujos esquemáticos le viene de niño. “Cuando eramos pequeños nos llevaron en el colegio un par de veces a ver las pinturas -Peña Piñera está ubicada en el municipio de Vega de Espinareda- y ni los profesores sabían explicar por qué estaban allí esos dibujos y sólo conocían un par de ellas, nadie sabia explicarnos demasiado sobre qué eran exactamente, quién las había hecho ni por qué”, cuenta. Por ello, vinculó sus estudios universitarios al campo de la arqueología, “como un medio para intentar ver yo mismo qué misterio esconden detrás esas pinturas”.
“Y fui descubriendo que en León había más pinturas rupestres en otras zonas, empecé a visitarlas todas con la curiosidad de buscar respuestas, de explicar el por qué de este tipo de arte, que todavía tiene muchas preguntas y muy pocas respuestas”, razona. Así, espera acabar su estudio en el plazo de un año, una vez que ya tiene listas las imágenes, 27 gigas y unas 6.000 fotografías, para iniciar la descripción y catalogación de los dibujos y sacar las conclusiones finales. En verano retomará el trabajo de campo, en busca de este arte perdido en los montes del Bierzo.